A pesar de que el presidente
ruso, Vladimir Putin, en la multitudinaria rueda de prensa de hace unos días,
ante 1.300 periodistas de todo el mundo, manifestó que la decisión de desplegar
los misiles “Iskander” en Kaliningrado aún no estaba tomada y que Rusia está a
la espera de que los EE UU y la OTAN den marcha atrás en la instalación del
sistema antimisiles en Polonia, la definitiva orden del Kremlin será
inevitable.
Kaliningrado es un trozo de
tierra rusa situado estratégicamente entre los Países Bálticos y Polonia y que
tiene, además, una gran parte de costa, es decir, está bien comunicada con el resto
de la Federación, que queda bastante mas al Norte. El despliegue de los misiles
“Iskander” no es una amenaza para Europa Occidental, pues estos cohetes, que
pueden portar una cabeza nuclear táctica, solo tienen un alcance máximo de 450
kilómetros, es decir, no violan el tratado firmado entre los EE UU y la antigua
URSS sobre misiles de alcance intermedio (entre 500 y 5.000 kilómetros) que
fueron desmantelados en ambas partes. Los “Iskander” son misiles tácticos sobre
plataformas móviles de ruedas diseñados para atacar grandes concentraciones de
tropas y carros de combate, todo tipo de bases militares y silos protegidos.
Aparentemente, son parecidos a los antiguos “Scud”, pero tienen una trayectoria
balística mucho mas baja, son mucho mas rápidos y pueden sortear los sistemas
de interceptación lanzando señuelos, y confundiendo a los aparatos de detección
con pulsos electrónicos; además, pueden hacer cambios bruscos de trayectoria;
por todo ello son muy difíciles de abatir.
El despliegue de los misiles “Iskander”
en Kaliningrado tiene como único objetivo que las instalaciones del sistema
antimisiles que se está montando en Polonia queden bajo su punto de mira y a su
alcance.
El sistema antimisiles es solo
una parte de la Iniciativa de Defensa Estratégica, mas conocida como “Guerra de
las Galaxias” a la que el entonces presidente Reagan dio un gran impulso. La
IDE comprende el despliegue de sofisticados sistema de detección e
interceptación de misiles en vuelo, así como la instalación en órbita terrestre
de cañones electromagnéticos y láser que pueden ser usados para destruir
objetivos aéreos o terrestres. Evidentemente, no estamos hablando de armas
defensivas, porque pretenden acabar con el principio de “destrucción mutua
asegurada” y permitirían, en teoría, asestar un golpe nuclear por sorpresa sin
miedo a una respuesta masiva. En realidad esto es una quimera y todos los
expertos militares coinciden en que sería una locura confiar en la
invulnerabilidad nuclear.
Rusia, como es natural, nunca se
ha creído que el sistema antimisiles que se está desplegando en Europa sea para
poder interceptar misiles de Irán o Corea del Norte, al contrario, sabe perfectamente
que lo que se pretende es amenazar su soberanía e influencia en una buena parte
de Europa del Este y, en un momento dado, poder chantagearla.
José Luis Rodríguez Zapatero, en
su etapa de presidente del Gobierno de España, autorizó que los EE UU desplegaran
en la base de Rota (Cádiz) una buena parte del sistema antimisiles, incluido el
estacionamiento de cuatro destructores con el sistema “Aegis”. Resulta curioso
que los mismos que decidieron la moratoria nuclear, una de las razones de que España
tenga hoy la electricidad mas cara de Europa, no tengan ninguna preocupación
ante la amenaza de los misiles rusos sobre las instalaciones de esa base, que
serían el primer objetivo no de las pequeñas cabezas nucleares de los “Iskander”,
sino de los misiles de crucero que portan los submarinos de ataque “Akula” o,
aún peor, de los indestructibles misiles “Bulava”, con diez ojivas, que llevan
los submarinos estratégicos de la clase “Borei”.
Sabemos que no es intención del presidente
Obama ni de ningún general del Pentágono atacar a Rusia, habría que estar muy loco
para eso, pero el entramado militar-industrial norteamericano tiene sus propios
intereses y su propia dinámica.
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