lunes, 12 de septiembre de 2022

POLÍTICAMENTE INCORRECTO

 


Si ya tiene usted claro que la inflación no es por culpa de Putin sino del dinero fiat, es decir, de los billones que el BCE, y otros bancos centrales occidentales, llevan años imprimiendo y repartiendo gentilmente, ahora le falta saber la segunda parte de la ecuación: A dónde ha ido a parar todo ese dinero de mentira. Pues bien, empecemos:

A finales de 2010, me voy a ceñir a la UE, las economías nacionales estaban en la cuerda floja por el impacto brutal que había tenido la explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria. Muchos bancos y cajas de ahorros habían quebrado o estaban a punto de hacerlo. Para evitar la hecatombe económica y para salvar a las entidades financieras, a las instituciones europeas, de común acuerdo con los gobiernos de los Estados, se les ocurrió la brillante idea de ordenar al BCE que pusiera a trabajar a destajo la máquina de hacer billetes, a imprimir papel moneda sin respaldo de ningún valor que, sumado al que ya había en circulación, excedía con mucho el valor tangible que estaba respaldando al dinero, el PIB de los Estados. Con ese dinero público llovido del cielo no solo se taparon los agujeros de las entidades financieras, también se prestó grandes cantidades a los bancos para que éstos, a su vez, lo prestaran a particulares y empresas, aunque lo que hicieron con él fue otra cosa: comprar deuda de los propios Estados. Si me prestan dinero a intereses negativos y con ese dinero puedo comprar deuda con buenos intereses positivos ¿no me diga usted que no es un negocio maravilloso son complicarme la vida? Muy pocos pusieron entonces el grito en el cielo ante aquella fechoría monumental, ante aquel timo ¿Tuvo aquello alguna repercusión sobre la inflación? No, incluso tuvimos, recuerden, inflación negativa, porque aquel dinero, como hemos visto, no fue a parar a las manos de la gente, al consumo, sino a las balanzas de resultados de los bancos. En esas estábamos cuando llegó la pandemia de Covid y como la Comisión Europea y el BCE había visto que inyectar billones de euros de mentira en el sistema no había tenido desagradables consecuencias (no las veían, que no es lo mismo) pues dieron una marcha más a la máquina de hacer billetes para repartirlos a los estados miembros. Así se pagaron ERTEs y otras ayudas ("bienvenidas las políticas keynesianas", dijeron algunos). El dinero fiat esta vez sí llegaba directamente a los bolsillos de la gente, pero la economía estaba paralizada y no se verían las consecuencias hasta el final de la pandemia y la reactivación económica y del consumo. Al mismo tiempo, se estaba produciendo un fenómeno en Europa que se había agudizado con la burbuja financiero-inmobiliaria, pero que iría en aumento con la crisis social del Magreb y del África Subsahariana: la inmigración irregular masiva. A estos flujos migratorios habría que sumar millones de refugiados de las guerras provocadas por Occidente, desde Afganistán hasta Libia, pasando por Irak y Siria. La Europa en grave crisis económica ya no tenía trabajo para esas personas. Contemporáneamente, algunas élites gobernantes acometían, junto a poderes no democráticos, una loca política de “ingeniería social”, esto es, sustituir las sociedades civiles europeas que conocíamos por otras nuevas donde los inmigrantes sean mayoría. Esto que para mucha gente puede parecer alucinante, ya es constatable. Por eso, por ejemplo, Pedro Sánchez no nos va a contar qué es lo que discutió y acordó en las reuniones semisecretas que tuvo con George Soros y su equipo. Para sostener este proyecto hacen falta ingentes cantidades de dinero en forma de ayudas, de Ingreso Mínimo Vital, o de otros complementos a las ayudas estatales, como la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC) que hay en Cataluña. Para que usted se dé una idea de lo que estamos hablando, de los, probablemente, más de siete millones de extranjeros que hay en España, solo están dados de alta en la seguridad social 2.225.856, el resto vive del dinero fiat que les tramitan muy ágilmente desde el gobierno central o desde los gobiernos de las CC AA, con cientos de oficinas abiertas para tal efecto. Hace falta una complicada labor de investigación para descubrir en la maraña de partidas de los presupuestos, a veces camuflados en otros apartados, los muchos miles de millones de euros destinados a este fin inconfesable. Usted está pagando con sus sacrificios la inflación provocada por el dinero fiat que se está destinando a estas cosas, inflación que se ha agravado con las sanciones a Rusia. Decirlo, obviamente, no es políticamente correcto.

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