Otra burbuja inmobiliaria está
creciendo en nuestro país, la burbuja del alquiler. En efecto, el precio del alquiler
de viviendas no ha parado de aumentar desde que estalló la crisis del “ladrillo”.
Varias son las causas que están produciendo este efecto: hay una causa global
que depende directamente de la principal ley del mercado, la de la oferta y la
demanda, pero, hay que entrar en el detalle para darnos cuenta que las
subcausas son poliédricas, que son
varios los factores que están influyendo poderosamente en la causa general. La
crisis que provocó el estallido de la burbuja financiero-inmobiliaria no solo
ha mediatizado profundamente el mercado de la vivienda desde entonces, sobre
todo por la dificultad para acceder fácilmente al crédito, también trajo
asociado una devaluación general que en nuestro país afectó al precio de los
pisos, pero también, y muy especialmente, a los salarios y a las condiciones
laborales. Es precisamente por la mayor dificultad para acceder a créditos
inmobiliarios y a que el poder adquisitivo de los asalariados ha caído
dramáticamente que las familias tienen hoy muy difícil poder embarcarse en la
adquisición de una vivienda y eso a pesar del descenso brutal de los precios.
Esa es la razón principal de que la demanda de alquiler haya aumentado
exponencialmente en España y, en consecuencia, su precio, pero, hay otras. España es en estos momentos el segundo país de la UE en número de divorcios,
aunque otros tienen muchos más habitantes que el nuestro, en concreto el año
pasado se produjeron 400.000 divorcios en España, o, lo que es lo mismo, se
producen cinco divorcios cada minuto. No voy a analizar aquí por qué sucede
esto, pero sí decir que eso afecta muy significativamente al mercado del
alquiler. Como todo el mundo sabe, lo normal es que en un proceso de separación
y divorcio, sobre todo si hablamos de parejas con hijos, la mujer suele quedar
en la vivienda habitual, pero el hombre tiene que hacerse cargo de seguir
pagando una parte o la totalidad de la hipoteca y, además, tiene que buscar un piso de alquiler, si a eso
sumamos que, ante esta perspectiva y ante la precariedad laboral, muchas
parejas ya prefieren alquilar que comprar, se explica, en buena medida, la
creciente demanda de vivienda de alquiler. La precariedad laboral y la necesidad
de cambiar de residencia y de ciudad para poder conseguir un trabajo también
tienen su importancia en el crecimiento de la demanda de alquiler. Además, en
las grandes ciudades y en las zonas turísticas estamos asistiendo a un fenómeno
relativamente nuevo: inversores extranjeros, mafias y fondos buitre acaparan
los alquileres para luego especular con ellos, bien realquilando o parcelando
la vivienda, actividades casi siempre ilegales pero que se han generalizado
ante la pasividad de los Gobiernos. Llama poderosamente la atención que estas
prácticas, que atentan directamente contra el derecho constitucional a una
vivienda digna, se están produciendo de forma masiva en ciudades tan
importantes y tan grandes como Madrid y Barcelona, ciudades con Gobiernos
progresistas, pero que están más preocupados en asuntos menores que en los que
son vitales para los ciudadanos (afortunadamente, Podemos ha hecho una propuesta constructiva hace unos días, era hora). Los Ayuntamientos no tienen la capacidad
de legislar en todo este asunto, pero sí de hacer presión y de poner el grito
en el Cielo con vehemencia, como algunas fuerzas políticas que los gobiernan saben
hacer cuando quieren. Pero, si ha aumentado mucho la demanda, no lo ha hecho en
la misma proporción la oferta, a pesar de la cantidad de pisos que existen vacíos
en poder de particulares y de los bancos, esto es así, porque los propietarios
están completamente desamparados legalmente ante los impagados y/o los
destrozos que se producen en las viviendas alquiladas. Si a todo esto sumamos
que hay un interés en que la subida de los precios de los alquileres fuercen a
la gente a tener que volver a embarcarse en gigantescas hipotecas de por vida,
tenemos la tormenta perfecta.
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