Es probable que cuando usted lea
este escrito la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Cristina
Cifuentes, ya haya dimitido, porque, después de la publicación por OK Diario de
un vídeo donde fue cazada robando cremas en un hipermercado, la situación
política es ya insostenible. Llevamos ya varias semanas con el culebrón del
tristemente famoso máster y, por lo que se ha ido conociendo, y, sobre todo, por
las exigencias de Ciudadanos y la amenaza de la moción de censura de la
oposición de izquierdas, Cristina Cifuentes se había convertido en un estorbo
para su propio partido. Es precisamente en esta cara del poliedro donde quiero
poner especial atención: Cifuentes tenía más enemigos dentro del PP que fuera.
Para nadie es un secreto la animadversión que se profesaban ella y Esperanza
Aguirre, la mano que meció la cuna de la Comunidad de Madrid desde el golpe del
“Tamayazo” y que tuvo que dimitir cuando todos sus hombres de confianza fueron
encausados y/o enviados a la cárcel. En esa comunidad autónoma han pasado cosas
muy fuertes, porque la catadura moral de sus dirigentes y de los conspicuos de
su confianza es inexistente. Lo mismo compraron a dos diputados del PSOE para
que no gobernara la izquierda y no peligraran suculentos contratos que dijeron
que unos instaladores de IKEA se habían olvidado un millón de euros en el
altillo de un armario. Hasta ese punto llegaron las groserías. Cifuentes llegó
a la presidencia aborreciendo todo aquello e invistiéndose en adalid contra la
corrupción de sus compañeros de partido, esa se la guardaron. Rajoy me recuerda
mucho a dirigentes despóticos de algunas dictaduras, cuando te da su apoyo
incondicional en realidad te está diciendo que has caído en desgracia y que
quiere tu cabeza en bandeja de plata. Lo hemos visto en Valencia y lo vemos
ahora en Madrid. Si te resistes a dimitir, yo te ayudo, le ha dicho Génova 13 a
Cifuentes. En este contexto hay que entender la aparición de un vídeo de 2.011
que se había ordenado destruir pero que, como aquella dimisión en diferido que
firmó Aznar y que rompió Fraga, estaba esperando su momento. Líbrame señor de
mis amigos, y de sus “gargantas profundas”, que de mis enemigos ya me guardo
yo. Estos son los que nos gobiernan, los que nos roban y los que se destripan
entre ellos si lo estiman oportuno.
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