miércoles, 25 de abril de 2018

CIFUENTES


Es probable que cuando usted lea este escrito la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Cristina Cifuentes, ya haya dimitido, porque, después de la publicación por OK Diario de un vídeo donde fue cazada robando cremas en un hipermercado, la situación política es ya insostenible. Llevamos ya varias semanas con el culebrón del tristemente famoso máster y, por lo que se ha ido conociendo, y, sobre todo, por las exigencias de Ciudadanos y la amenaza de la moción de censura de la oposición de izquierdas, Cristina Cifuentes se había convertido en un estorbo para su propio partido. Es precisamente en esta cara del poliedro donde quiero poner especial atención: Cifuentes tenía más enemigos dentro del PP que fuera. Para nadie es un secreto la animadversión que se profesaban ella y Esperanza Aguirre, la mano que meció la cuna de la Comunidad de Madrid desde el golpe del “Tamayazo” y que tuvo que dimitir cuando todos sus hombres de confianza fueron encausados y/o enviados a la cárcel. En esa comunidad autónoma han pasado cosas muy fuertes, porque la catadura moral de sus dirigentes y de los conspicuos de su confianza es inexistente. Lo mismo compraron a dos diputados del PSOE para que no gobernara la izquierda y no peligraran suculentos contratos que dijeron que unos instaladores de IKEA se habían olvidado un millón de euros en el altillo de un armario. Hasta ese punto llegaron las groserías. Cifuentes llegó a la presidencia aborreciendo todo aquello e invistiéndose en adalid contra la corrupción de sus compañeros de partido, esa se la guardaron. Rajoy me recuerda mucho a dirigentes despóticos de algunas dictaduras, cuando te da su apoyo incondicional en realidad te está diciendo que has caído en desgracia y que quiere tu cabeza en bandeja de plata. Lo hemos visto en Valencia y lo vemos ahora en Madrid. Si te resistes a dimitir, yo te ayudo, le ha dicho Génova 13 a Cifuentes. En este contexto hay que entender la aparición de un vídeo de 2.011 que se había ordenado destruir pero que, como aquella dimisión en diferido que firmó Aznar y que rompió Fraga, estaba esperando su momento. Líbrame señor de mis amigos, y de sus “gargantas profundas”, que de mis enemigos ya me guardo yo. Estos son los que nos gobiernan, los que nos roban y los que se destripan entre ellos si lo estiman oportuno.

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