jueves, 7 de julio de 2016

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE IRAK

Yo no recuerdo tan grandes manifestaciones en España, salvo aquellas al comienzo de la Transición Democrática, donde se gritaba ¡amnistía y libertad! y las que organizaban los sindicatos que dirigían Marcelino Camacho y Nicolás Redondo los primeros de mayo, que las que se produjeron ante la intervención de España en la Guerra de Irak. No fue aquella la primera guerra en aquella tierra, y fue la segunda donde una coalición internacional intervino militarmente. Recuerdo ahora mis discusiones con un entrañable amigo, ya fallecido, cuando unos años antes iraquíes e iraníes se mataban sin piedad en otra guerra. En aquel tiempo el diablo, el malo de la película, no era Saddam Hussein, al que Alemania proveía de armas químicas para gasear a los kurdos y otros muchos vendían los mas sofisticados artilugios bélicos, sino el ayatola Jomeini, al fin y al cabo era el que había obligado a huir al exilio a uno de los peores sátrapas de la zona, un dictador asesino que vivía en la mas obscena abundancia, mientras tenía al pueblo en la miseria, pero que comía de la mano de Occidente y con el que se besaban nuestros reyes, el Sha de Persia, Mohammad Reza Pahleví. Hubo mas de un millón y medio de muertos, pero Irán, con la ayuda de China y con una resolución con la que nadie contaba, resistió. A mi amigo le había dicho que el tipo verdaderamente peligroso era Saddam, no Jomeini, pero que una cosa era tenerlo controlado no vendiéndole armas y otra muy distinta acabar con él, porque se desestabilizaría toda la zona. Desgraciadamente, los acontecimientos me darían la razón.
Entre los días 2 y 4 de agosto de 1.990 fuerzas combinadas del Ejercitó Iraquí invadieron Kuwait, la invasión del emirato vino precedida por la negativa del emir Yaber III a hacerse cargo de una parte de los estratosféricos gastos que había ocasionado la guerra contra Irán. Baste decir que Irak debía a Francia dos billones de dólares por la compra de armas. Pero, hay que recordar también que el Imperio Británico había desgajado Kuwait de Irak en su propio beneficio y que Saddam Hussein tenía un pretexto histórico perfecto. El Consejo de Seguridad de la UNU, con la resolución 660 aprobada el mismo día que empezó la invasión, instaba a Irak a retirarse y con la intervención de las potencias occidentales y los regímenes feudales árabes comenzó la Primera Guerra de Irak, mas conocida como la Guerra del Golfo. Los iraquíes acabaron retirándose, pero Saddam Hussein había perdido para siempre la confianza del imperialismo.
En el año 2.003, uno de los mas irresponsables presidentes de los EE UU, George W Bush, queriendo emular a su padre, empieza a preparar la invasión de Irak. Se urde la patraña que el régimen iraquí poseía “armas de destrucción masiva” que no solo eran un peligro para la población de Irak, también para el resto del mundo. A pesar del numerito, con fotos y pruebas falsas, que el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, presentó ante el Consejo de Seguridad, los EE UU y sus aliados no pudieron contar con el permiso y la legalidad de la ONU. Contra todos los tratados internacionales y sin una resolución se invadió Irak. Fue uno de los mayores errores que la Humanidad ha cometido y cuyas dramáticas consecuencias aún colean. A los millones de muertos, heridos y desplazados hay que unir la aparición de Estado islámico, otro de los efectos de aquella causa.
Los presidentes de los EE UU, Reino Unido y España, los de la foto de las Azores, mintieron a sus pueblos porque sabían perfectamente que no existían ningunas “armas de destrucción masiva” en Irak, porque hasta las armas químicas que algunos le vendieron se habían agotado hacía mucho tiempo, así se lo habían ratificado sus respectivos servicios secretos. Y los pueblos de esos países, visionarios y clarividentes, se echaron entonces a la calle con un clamor, con un grito, el de ¡No a la Guerra! La Historia ya ha juzgado a aquellos tres presidentes.


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