miércoles, 8 de junio de 2016

LA PATENTE SOCIALDEMÓCRATA

Nada ha disgustado mas a los socialistas últimamente que el líder de Podemos dijera que su formación quiere ser la nueva socialdemocracia. No solo Pedro Sánchez y otros conspicuos del PSOE salieron enseguida a la palestra reivindicando la patente socialdemócrata, también la derecha, empeñada en asociar a la formación de Pablo Iglesias con el “extremismo”, no perdió un minuto en decir que los de Podemos no son socialistas, sino comunistas marxistas.
Uno de los defectos mas llamativos de los españoles es que tenemos muy poca memoria histórica, tan escasa que no nos acordamos de las cosas que sucedieron hace relativamente poco tiempo. El PSOE, por ejemplo, fundado en mayo del año 1.879, no abandonó el marxismo hasta septiembre de 1.979, cien años después. En el XXVIII congreso del PSOE, que se celebró en mayo de 1.979, la propuesta de abandonar el marxismo salió derrotada y ello provocó la dimisión de su secretario general, Felipe González. En septiembre del mismo año los socialistas celebraron un congreso extraordinario volviendo González a tomar en sus manos la secretaría general y abandonando el marxismo, con la oposición de destacados militantes, como Luis Gómez Llorente y Pablo Castellanos. Felipe González puso en el brete a su partido de elegir entre él o el marxismo. ¿Fueron hasta entonces los socialistas unos extremistas radicales? Para nada. Pero, naturalmente, la cuestión es otra.
Mucha gente critica el marxismo sin haber leído siquiera “El capital”, la obra maestra de Karl Marx,  e identifica erróneamente a regímenes stalinistas con el marxismo. Tampoco tienen muy claro en que consiste la socialdemocracia. Desde los enfrentamientos literarios entre Proudhon y Marx el asunto quedó diáfano: los socialistas reconocen que vivimos en un orden social injusto y que el Estado tiene la obligación de aplicar las medidas necesarias para corregirlo, es decir, que el capital no se cebe excesivamente con los proletarios. Eso se hace vía impuestos y con leyes que protejan a los trabajadores de los abusos. Los marxistas, incluidos los comunistas, no solo creen que la injusticia social está en la base misma de la ideología liberal, no quieren corregir sus efectos perniciosos, quieren acabar con ella. Por eso los socialdemócratas no son revolucionarios y los marxistas sí.
Pero, en la praxis, la socialdemocracia tuvo bastante éxito en Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial. Los partidos socialistas permitían la libertad de mercado y al mismo tiempo aseguraban lo que se ha dado en llamar “El Estado del bienestar” donde, por ejemplo, la Sanidad y la Educación gratuitas estaban garantizadas y los trabajadores disfrutaban de una pensión cuando se retiraban, como en los países del Este de Europa. Incluso algunos partidos de derechas se contagiaron de las políticas socialdemócratas ¿Qué ha sucedido para que la socialdemocracia se haya quedado huérfana y los partidos socialistas tengan ya poco que ver con ella? Pues, ni mas ni menos lo que decían Marx y los marxistas, el capital, en su proceso de concentración, ha adquirido tanto poder que ya no son los Gobiernos los que mandan, sino las grandes corporaciones, la banca, organismos internacionales no democráticos y los burócratas a su servicio. Existe una dictadura, pero no la del proletariado, la del mercado. En nada se diferencian las políticas de los Gobiernos socialistas de los de la derecha y han perdido por completo la capacidad y la voluntad de moderar las injusticias sociales. Por eso lo que entendíamos como socialdemocracia murió, y no por casualidad, cuando asesinaron a Olof Palme, ni Suecia ni el resto de Europa volverían a ser lo mismo.

Podemos está en su derecho de reivindicar la socialdemocracia porque el PSOE no tiene su patente.

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