De muchos de los problemas que
sufrimos los españoles, nosotros somos los principales responsables. No
necesitamos enemigos externos para hacernos daño, nosotros solitos nos sobramos
y nos bastamos. Algunos de los males que padecemos, como la corrupción, la
falta de solidaridad o el incivismo, se deben a que muchas malas personas viven
entre nosotros, pero hay otros que solo son producto de nuestra gilipollez,
casi tan grande al aceptarlos como la de los que los provocan. El colmo de
nuestra memez es esa moda, que se está extendiendo como un reguero de pólvora,
de llamar a las cosas en inglés, cuando tienen una palabra en castellano que
las define, a veces en traducción literal.
Anglicismos y galicismos ya nos
asaltaron hace años, porque algunos, no se sabe muy bien porqué, pensaron que
quedaba mejor poner Snack Bar a su establecimiento que, por ejemplo, Casa Pepe.
Así, a la entrevista se la llamó interviú, al expediente dossier, a la
bicicleta de montaña mountain bike, al disco compacto compact disc, y podríamos
seguir hasta casi el infinito con payasadas similares.
Pero, últimamente, el asunto se
está agravando y las palabrejas ajenas a nuestro rico idioma y a nuestra
cultura crecen sin cesar por todas partes, en los medios de comunicación, en
los centros comerciales y en la calle. No solo dicen tablet en vez de tableta y
smartphone en vez de teléfono inteligente, los nuevos paletos también usan
palabras en idiomas foráneos para anunciar productos, promociones y ofertas que
solo entienden ellos.
En el país del Sálvame de lux, en
vez de lujo, los tontainas son multitud, empezando por las autoridades que no
hacen nada por defender nuestro idioma, que, a pesar de tanto memo haciendo de
quintacolumnista, hablan ya mas de 500 millones de personas en el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario