lunes, 27 de abril de 2015

¿OTRA INTERVENCIÓN EN LIBIA?

Ante la situación extremadamente grave que la intervención de la OTAN, para acabar con Al Gaddafi y quedarse con el petróleo de aquel país, ha provocado en Libia, donde no hay Gobierno, los yihadistas del Estado Islámico se han hecho fuertes y donde centenares de miles de subsaharianos (en Libia trabajaban unos dos millones) esperan cruzar el Mediterráneo hacia Europa, se está empezando a hablar en algunas cancillerías de preparar una segunda intervención armada, ahora también con tropas en tierra, antes de que la situación sea aún peor, no para los libios, eso parece importar poco, sino para Europa.
Debemos recordar las cosas que se dijeron y las que se hicieron en 2.011 para intervenir en Libia: Francia, cuyo imperialismo en África no es admisible en pleno siglo XXI, fue la que, aprovechando las “primaveras árabes”, presionó a sus aliados para intervenir en aquel país y extender su influencia y la de sus empresas allí. Alemania, prudentemente, no se apuntó a aquella aventura, pero otros, empezando por los EE UU, lo hicieron de buen grado. La OTAN y sus aliados árabes, desde Egipto a los regímenes feudales, organizaron grupos de mercenarios, los financiaron y los armaron, como muchos años antes habían hecho en Afganistán, o mas recientemente en Siria, con los resultados por todos conocidos. Cientos de vehículos 4x4 de la marca Toyota, completamente nuevos, fueron entregados gentilmente por Arabía Saudí a los rebeldes, previamente artillados en Egipto con ametralladoras pesadas, cañones sin retroceso o morteros, procedentes de Ucrania. Cuando el Gobierno libio empezó a utilizar su aviación para frenar la amenaza, los aliados occidentales, con la ingenuidad de Rusia y China, obtuvieron un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU para establecer una exclusión aérea “que evitara la masacre de civiles”. Naturalmente, aquel mandato, como se había hecho años antes en Kosovo, sirvió para que los cazabombarderos de la OTAN no se dedicaran tanto a interceptar los aviones del ejército libio, que también, como para bombardear objetivos militares y dar apoyo aéreo a los mercenarios. Aquella guerra acabó con el linchamiento de Al Gaddafi y después, sin el control de su régimen, como ha ocurrido en Iraq y Siria, proliferaron los grupos armados dedicados al robo y el pillaje, pues el dinero que llegaba de Arabia Saudí y Qatar para pagarles dejó de fluir generosamente.
Aquella fechoría costó miles de muertos y la destrucción de un país que tenía un sátrapa como presidente, sí, pero que estaba en paz, controlado y que gozaba de la segunda renta per cápita de África. Por cierto, con aquel sátrapa compadrearon durante mucho tiempo todos los mandatarios de los países de la OTAN, como prueban las fotografías que se pueden ver en Internet.

Ante los desastrosos resultados que la aventura libia ha traído consigo, la opinión pública no puede tragar otra vez con los falsos argumentos y las mentiras que los mismos que patrocinaron y apoyaron aquella guerra ya están cocinando. Solo puede haber una intervención si es en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, con un mandato muy claro y no solamente con tropas de la OTAN. Esta vez Rusia y China, que tienen derecho de veto, no van a ser tan cándidas, y tampoco los ciudadanos europeos y norteamericanos serios y responsables.
FOTO: yihadistas del EI se preparan para degollar cristianos en una playa libia.

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