Una de las lecturas que los
distintos partidos políticos han hecho de los resultados de las pasadas elecciones
europeas ha sido que la juventud, como estandarte, da votos, que vende mas una
cara joven con coleta que un político metido en años que peine canas. Pero, en
política, como en la vida en general, es un grave error primar la estética sobre la ética. Si bien la imagen es muy importante, y el hábito hace medio
monje, debemos ser conscientes de que no es lo fundamental. En España llevamos
unos años de retraso en este asunto, pero en los EE UU hace ya tiempo que se
dieron cuenta que la imagen decisiva se construye sobre la base del mensaje, el
programa político y la credibilidad. Desde que John F. Kennedy ganó las elecciones
en los 60 se había asentado la idea de que una imagen dinámica y juvenil era
una premisa imprescindible para atraer al electorado, y esa doctrina se
convirtió en manual para las campañas al Congreso, Senado y presidenciales. Si,
además, el candidato era capaz de sonreír continuamente, miel sobre hojuelas.
Bill Clinton, por ejemplo, era una buena muestra de lo que estamos diciendo. Hay
dos cosas que llaman mucho la atención a los reclutas que se incorporan al
ejército, una que se dedique tanto tiempo a desfilar correctamente en orden
cerrado y otra que los pantalones militares, que llevan bolsillos por todas
partes, no tengan unos huecos para meter las manos. Naturalmente, hay que ser
conscientes de la importancia de la disciplina y de la imagen para entenderlo.
Muchas ideas se vinieron abajo
cuando Ronal Reagan, un vejestorio, ganó las elecciones. Los norteamericanos sabían
perfectamente quien era Reagan, un oportunista que había hecho carrera en el
sindicato de actores y cuyos servicios prestados le habían llevado a ser
gobernador de California, pero querían de presidente a alguien que les bajara
los impuestos y que dejara claro a todo el mundo que solo había un imperio. La edad
era lo de menos.
Quizá fue la campaña presidencial
de Obama la mejor organizada que yo he visto en los últimos tiempos. La cercanía
a los electores en un denso periplo y su slogan “Yes , we can” (que me recuerda
muchísimo a "Podemos”) se combinó con una estética impecable. Desde que el
director de la Oficina Federal de Investigación (FBI), John E. Hoover, vistiera
a sus agentes de traje y corbata yo no había visto cuidar la imagen tan
inteligentemente. Traje negro sobre camisa blanca y corbata entre roja y grana
daban imagen de seriedad y progresismo al mismo tiempo. Pero, no lo olvidemos,
lo mas importante es que Obama dijo a los norteamericanos lo que estos querían
oír.
El PSOE, que está completamente
huérfano de ideas, está apostando por la imagen juvenil de sus candidatos a
secretario general, aunque no tengan nada que decir, por eso es muy probable que
Pedro Sánchez sea el que gane el próximo congreso. Pero, también parece que IU se
ha subido al mismo carro, aupando a Alberto Garzón a altas responsabilidades.
No debe olvidar, sin embargo, la coalición rojiverde que fue Julio Anguita, que
ya no era un chaval, el que, con su “programa, programa, programa” consiguió
los mayores éxitos electorales.
La espectacular irrupción de Podemos no se
debe a que sus dirigentes sean jóvenes, sino a que los españoles están
hasta los mismísimos. Todos deberían tenerlo bien claro.
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