jueves, 5 de junio de 2014

LO QUE PASÓ EN TIANANMEN

Los acontecimientos de la Plaza de Tiananmen comenzaron con manifestaciones reivindicativas y de protesta, mayoritariamente estudiantiles, pero donde había incluso muchos cuadros del propio Partido Comunista. En su libro Made in China, Manel Ollé cita investigaciones internas para ofrecer los siguientes datos:
“En las manifestaciones y demostraciones producidas entre el 4 y el 19 de mayo participaron más de un millón y medio de personas. Más de 10.000 eran cuadros del Partido”.
Muchos periodistas de los medios de comunicación estatales se presentaban después del trabajo en las concentraciones de la Plaza de Tiananmen, todavía con sus insignias de la agencia Xinhua. Éstos son sólo dos ejemplos de como muchos dentro del Partido apoyaban las reivindicaciones de los manifestantes.
Dentro del Gobierno, los estudiantes contaron con el apoyo de Zhao Ziyang, Hu Qili, Li Ruihuan, Qiao Shi o Wen Jiabao (Primer Ministro hasta 2.013, año en que fue sustituido por Li kequiang), que maniobraban para buscar una solución dialogada al conflicto. En el Gobierno se estaba librando una batalla entre aquellos dispuestos a más reformas y aquellos inmovilistas (encabezados por Li Peng), quienes defendían acabar a toda costa con las manifestaciones. Éste fue también el motivo de que durante esos 50 días el Gobierno mandara mensajes contradictorios de diálogo y de repulsa.
Al principio de las manifestaciones entre los estudiantes existía cierta moderación, pero al final se impusieron los mas radicales. De entre todos los casos destaca el de Chai Ling, la más radical y exaltada de todos los líderes estudiantiles. Fue siempre la más reacia a negociar con el Gobierno, la que afirmó que en caso necesario habría que quemarse vivos en la plaza y quien dijo en declaraciones al periodista estadounidense Philip Cunningham que “lo que de verdad estaban buscando era un baño de sangre”. Esta chica, que conseguía influir en las multitudes micrófono en mano, se encargó siempre de arrastrar al grupo hacia posiciones extremistas que perjudicaron a los estudiantes.

El entonces dirigente chino Deng Xiaoping, que no era ni secretario general del Partido, ni presidente, ni primer ministro, pero que presidía la poderosa Comisión de Defensa y que gozaba de un gran prestigio, por haber sido rehabilitado después de ser purgado injustamente durante la “Revolución Cultural”, era, de facto, el que mandaba en China. Deng mantuvo la tesis de que tras las reivindicaciones de los estudiantes se escondía una operación para acabar con el régimen, como había sucedido en la Europa del Este, y que los revoltosos no tenían ninguna intención de negociar. Deng ordenó que se desalojara la plaza, pero envió a unos 2.000 soldados y policías completamente desarmados para hacerlo. Las fuerzas del orden fueron brutalmente agredidas y muchos soldados linchados por la muchedumbre. No se sabe muy bien cuantos soldados y policías murieron, pero al menos fueron varias decenas. Era lo que Deng estaba esperando para enviar al ejército, esta vez con sus armas, y aplastar la revuelta.

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