martes, 25 de febrero de 2014

EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Escuchar el discurso del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la Nación y no perder la compostura tiene mérito, no por su duración, sino por lo que hay que oír. D. Mariano Rajoy ha llevado unos folios bien hilvanados  por sus asesores, que pueden hacer dudar a mucha gente de la realidad que vivimos todos los días. La España que nos ha dibujado el presidente no tiene nada que ver con la real, la de los sacrificios y las penurias de millones de ciudadanos, pero hay que reconocer que Rajoy ha hecho gala de un gran aplomo, con sonrisas de sobrado incluidas, para leernos un cuento. El presidente se pudo despachar a gusto porque el principal partido de la oposición y su líder están bajo mínimos, lastrados por la herencia de la etapa de Zapatero, su pésima gestión y sus fechorías, y porque IU y UPyD aún no tienen la capacidad de poner en dificultades al jefe del Ejecutivo.
Mientras Alfredo Pérez Rubalcaba estaba en otra onda, haciendo un discurso para los suyos, en clave de primarias, Rajoy utilizó las mismas tácticas oportunistas a que nos tenía acostumbrados Zapatero cuando se acercaban las elecciones, nos intentó comprar con nuestro propio dinero. Rebajas de impuestos y de cotizaciones a la Seguridad Social, mientras la Deuda Pública se acerca peligrosamente al 100% del PIB y se sigue sacando dinero de la hucha de las pensiones.
Dos fueron las medidas estrella del presidente del Gobierno: por un lado, el anuncio de que los salarios de menos de 12.000 euros no pagarán el IRPF y, por otro, que las empresas que contraten trabajadores de forma indefinida solo pagarán 100 euros de cotizaciones a la Seguridad Social. La primera es una medida temeraria si no se compensa con otros ingresos fiscales, pues con políticas así será imposible cumplir los objetivos de déficit, y la segunda es otro regalo del PP a los empresarios, pues eso se podría haber hecho antes de aprobar la Reforma Laboral, pero primero se facilitó el despido y ahora la contratación con salarios mas bajos. D. Mariano se jactó de que España tiene en estos momentos un balance comercial positivo, pero no se debe a la apuesta por la I+D+I y por la elaboración de productos con un valor tecnológico añadido, sino por los sacrificios de los trabajadores, que tienen que aportar mas productividad ganando menos. En el ideario del presidente, si se trabajara a cambio de un bocadillo España aún sería mas competitiva.
Para mí lo mas preocupante del debate fue constatar que no me había equivocado en mis vaticinios sobre el desenlace que preparan al asunto catalán. Rajoy aparentó contundencia contra los nacionalistas diciendo que lo que afecta a España lo tiene que decidir el conjunto de los españoles, pero, inmediatamente, apostilló que la Constitución se puede cambiar mediante un simple acuerdo parlamentario, como han hecho otras veces. Definitivamente, ese era el plan que tenía el presidente y que no nos quiso desgranar en su día. Durán y Lleida también se subió a ese carro llamando al diálogo “sin líneas rojas”. Pero, un acuerdo parlamentario que bordee la resolución del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, rompiendo el principio de igualdad y solidaridad que consagra nuestra carta magna, y que impida pronunciarse en referéndum a todos los españoles sobre esa carga de profundidad sería, sin paliativos, un golpe de Estado.

Después de escuchar el cuento de Alicia, me he frotado los ojos y he vuelto a la cruda realidad.

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