Las comilonas, las juegas y los
eventos que el sindicato UGT ha pagado en Andalucía con el dinero destinado a
la formación de los parados se han convertido en uno de los mayores escándalos
de los últimos tiempos. No es, ni mucho menos, el mas gordo, porque, en un país
donde hasta la familia real está metida en el fango, los casos de corrupción y
de despilfarro de los recursos púbicos están a la orden del día y los hay de
todas clases y de todos los tamaños. Sin duda, el mayor timo que se ha hecho a
la ciudadanía en este país ha sido la
ayuda a los bancos, en particular a las Cajas de Ahorro, unos 40.000 millones
de euros para tapar el gigantesco agujero que dejó la especulación
financiero-inmobiliaria bendecida por los políticos. Que los impuestos de los
sufridos españoles se destinen a las entidades financieras, vía BCE, para que
estas lo cojan con una mano al 0,5% y compren Deuda Pública al 5%, una Deuda
que también tenemos que pagar nosotros, es la mayor tomadura de pelo que soy
capaz de recordar. Pero el escándalo de la UGT de Andalucía, que no es una
singularidad en las actuaciones delictivas sindicales, pero si la mas grosera,
constituye un agravio todavía mayor a los trabajadores y a los parados, porque
es perpetrado precisamente por los que se llenan la boca hablando de su
defensa.
Donde que estalló el asunto de
los Eres falsos, con los que se prejubilaban liberados sindicales, políticos y
sus esposas y familiares, los escándalos protagonizados por los sindicatos en
Andalucía han empezado a salir a la luz en cascada. La gente que no vive en
aquella fiesta, en aquel régimen, no sale de su asombro cuando se entera de que
con el dinero de los parados se pagaron chiringuitos en la Feria de Sevilla,
carteras de piel para los delegados, congresos, viajes, etc. Eso no habría sido
posible sin la connivencia del Gobierno andaluz y si se hubiera establecido un
sistema de control y fiscalización del dinero público que gestionan los
sindicatos, pero eso, naturalmente, no estaba ni está previsto en el guion,
pues hace ya tiempo que las organizaciones sindicales se han vendido al poder
político, porque las cuotas de los afiliados no llegan para mantener el
tinglado, y se preocupan mucho mas por el modus vivendi de sus liberados que
por la defensa de los derechos de los trabajadores.
Pero, ojo, ya he dicho que lo que
ha sucedido en Andalucía no es una singularidad, en otras CC AA, sin llegar a
esos extremos, también se utiliza el dinero destinado a los cursos de formación
y a la promoción de empleo para financiar a los sindicatos a cambio de su
sumisión. En la naturaleza eso se llama simbiosis o mutualismo.
El escándalo ha llegado a tal
punto que el secretario general de UGT, Cándido Méndez, ha pedido la dimisión
de Francisco Fernández Sevilla, secretario general de UGT-Andalucía (el
anterior en el cargo, Pastrana, viéndolas venir, ya no se presentó a la
reelección), que ya se ha hecho efectiva, como si todo lo que ha
sucedido no fuera vox pópuli y perfectamente conocido por los gerifaltes
ugetistas. Un retiro dorado para intentar tapar las vergüenzas, si las
tuvieran.
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