miércoles, 24 de mayo de 2023

LA DEMOCRACIA, DEVALUADA.

 


Nos habían dicho que la democracia era el sistema político menos malo, y posiblemente fuera verdad, el problema es cuando nos quieren hacer ver como democracia algo que cada vez se le parece menos y cuando los ciudadanos asistimos, como meros espectadores manipulables, al juego trilero de los políticos que se llaman a sí mismo demócratas. Sin duda uno de los procesos más antidemocráticos que hemos vividos en los últimos años en el Viejo Continente, que, por cierto, tiene de viejo lo mismo que los demás, ha sido la llamada Integración Europea, esa Europa de los Ciudadanos que se ha convertido en una quimera, en un timo y en una patraña. Tras el fiasco de la Constitución europea, que unos aprobamos y otros no, pero que fracasó, no por eso se detuvo el “proceso de integración”, eso sí, ya sin ninguna consulta a los ciudadanos, no fueran a decir que había cosas con las que no estaban de acuerdo. Así se ha llegado a un punto donde una camarilla de tecnócratas corruptos (como estamos viendo, por ejemplo, con el escándalo de los contratos de las vacunas) hacen y deshacen a su antojo, fiscalizados, en teoría, por los europarlamentarios de Estrasburgo, pero solo sobre el papel, porque en la práctica hemos visto como muchos de ellos estaban comprados por Qatar y por Marruecos y nada ni nadie nos garantiza que no estén comprados también por otros países o por otros poderes. Por cierto, todos los cogidos con las manos en la masa, quiero decir, en la pasta gansa, ya están en libertad. Es esa gentuza la que se organiza para comprar armas y municiones y para azuzar guerras como fue la de Libia o es ahora la de Ucrania, para participar en la primera, eso sí, se pidió permiso a los parlamentos nacionales; para participar, de facto, en la segunda, donde todos nos jugamos la vida, ni se ha consultado a los parlamentos nacionales ni directamente a los ciudadanos de la Unión. A muchos esta devaluación evidente de la democracia les dará igual o hasta la aplauden, pero claro, todo se contagia. El contagio lo estamos viendo diáfano en la campaña electoral española, una campaña larguísima donde no hay claves de elecciones municipales y autonómicas y de elecciones generales, todo se confunde y todo se juega en el mismo tablero. No hay cosa más grosera en la devaluación de la democracia que la compra de votos, evidentemente. Los votos se pueden comprar de una forma legal, aunque poco ética, como es repartiendo dinero gentilmente de los impuestos de los ciudadanos a través de los Presupuestos Generales del Estado o de “partidas extraordinarias” a algunos colectivos muy concretos y/o destinando ese dinero también a “trenes gratis”, cines a “solo dos euros”, “videojuegos gratis”, etc, etc, en fin, todas esas cosas que a usted le sonarán mucho y que son propias de gente con poco vergüenza y pocos escrúpulos, pero muy espléndida con el dinero de los demás. Pero, los votos también se pueden comprar de forma ilegal, “tú me das tu voto y yo te doy 150 euros”, no es exactamente lo mismo que de la otra forma, pero se le da un aire. Eso estamos viendo ya de forma masiva en Melilla y en algunos pueblos de la Península, como en Mojácar (Almería). La corrupción en España ni de lejos se ha erradicado, ni, por supuesto, era exclusiva del PP, como estamos viendo ahora. Unos fueron dopados a las elecciones y otros quieren ir con sobredosis. Sin embargo, aunque las dos formas de comprar votos que hemos señalado son las más llamativas, no son las más importantes, no son, al menos de momento, las que pueden decidir unas elecciones a nivel regional o nacional; aquí entra lo que yo he llamado el “voto foráneo”, para aglutinar con un vocablo votos de extrañas o singulares procedencias, me refiero, por ejemplo, al voto de gentes que son españoles pero que dicen que su país es Marruecos y a nietos y biznietos de emigrantes españoles que residen en el extranjero y que no han pisado nunca España. Estamos hablando de millones. Pues bien, así es como se devalúa la democracia, en España y en Europa, y así es como algunos se aprovechan de su devaluación.

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