Bien, ya sabemos la fecha de las
elecciones generales, finalmente no habrá un “superdomingo” el 26 de mayo, con
cuatro elecciones y cinco urnas. Por decisión del presidente Sánchez, y dicen
que, en especial, de alguna de sus ministras, los españoles tendremos que
acudir dos veces a votar en menos de un mes y estaremos sometidos a dos
larguísimas campañas electorales fusionadas en una sola, que, de hecho, ya ha
empezado. Eso sin contar la duplicidad del gasto. Algunos analistas afirman que
Pedro Sánchez se ha decidido a convocar las elecciones generales por separado
por las presiones de los barones regionales y de los alcaldes socialistas, pero
yo soy de la opinión que, ante la pésima situación en que se encuentra el PSOE
en algunas CC AA y en algunos ayuntamientos, como los más importantes de Madrid
y Barcelona, el presidente ha pensado que puede salir mejor parado si acude sin
ese lastre, que el lastre no es él. Sea como fuere, las derechas estarán
encantadas, pelillos a la mar con el dinero y la paciencia de los ciudadanos,
porque no se cansaban de pedir elecciones generales, “cuanto antes”. Tres argumentos
de peso se le ha caído a pedazos al Tripartito en pocos días: ni había un pacto
vergonzoso con los independentistas y ya tienen fecha para las elecciones
generales. Solo les queda el Falcon, porque desde que pedro Sánchez reconoció
como presidente a Guaidó, como por encanto, Venezuela ha desaparecido del
discurso derechista.
En muy poco tiempo han pasado
cosas en España que hace solo un año parecerían impensables: PSOE y Unidos
Podemos están condenados a pactar y ese “coletas” que a muchos socialistas les
caía tan mal es ahora un aliado imprescindible, porque no tienen otro. Las
derechas, incluidos esos que algunos pensaban eran moderados, Ciudadanos, pero
que, en verdad, son oportunistas, no tienen empacho en pactar con la ultraderecha
que representa Vox y eso, que todo el mundo tome buena nota, les va a impedir
en el futuro cualquier acuerdo de investidura y de legislatura con los
nacionalistas vascos, con ese PNV que siempre, cuando el PP lo necesitó, le dio
sus votos, eso sí, a cambio de muchos millones de euros. Estas cosas pueden
tener mucha importancia en el futuro inmediato, o no, depende de los resultados
electorales y de la conformación de las mayorías. Veremos.
Dos cosas van a decidir el futuro
de España tras las elecciones que se avecinan, olvídense ustedes de los programas:
la capacidad que tengan unos y otros de emocionar y la abstención de los
votantes de izquierdas. Si las emociones siempre han sido más decisivas que las
ideas, esta vez van a ser determinantes. Por eso las formaciones políticas que
piensen dirigirse al electorado con un programa político que nadie lee y que
nadie confía en que se cumpla se llevarán un buen batacazo. Con solo media
docena de propuestas que interesen a la gente y que emocionen se ganan las
elecciones. Los bolcheviques llegaron al poder con “Paz, Pan y Tierra” y Trump
todavía sintetizó más con su “América primero”. Inteligentemente, eso es lo que
harán las derechas, ya sabemos, por ejemplo, que el PP pondrá en acento en
volver a aplicar el Artículo 155 en Cataluña y en aprobar una ley para que la
ocupación de viviendas y locales puedan ser resuelta de forma “exprés”. La abstención
castigó a las izquierdas en las pasadas elecciones generales, recordemos que
Unidos Podemos perdieron más de un millón de votos y que fue gracias a que IU y
Podemos acudieron justos a los comicios que pudieron conservar los 71 diputados
y aquello no se convirtió en una debacle. Pero, en Cataluña mucho los votos del
PSC y de Los Comunes, que no quieren
saber nada de coquetear con los independentistas, se fueron a Ciudadanos y en
Andalucía muchos de sus votantes se volvieron a quedar en casa para no tener
que votar con una pinza en la nariz. Ya veremos si el PSOE es capaz de
emocionar con propuestas concretas y ya veremos si Pablo Iglesias, tras su retiro al desierto, perdón, a
cuidar de sus gemelas, vuelve haciendo autocrítica y rectificando, con los verdaderos problemas de la gente como bandera y no llamando a las cosas en femenino y bobadas parecidas. Me temo que
no, porque la izquierda no ha sido capaz de hacer algo aparentemente tan
sencillo en ningún país de Europa. Y así les ha ido.
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