A pesar de que existe la creencia
generalizada de que el mundo ha estado en el pasado mucho más cerca del
apocalipsis que actualmente, yo discrepo de esa opinión, y no precisamente por
el colapso medioambiental, que también. Los avances tecnológicos aplicados a la
industria del armamento han propiciado el desarrollo de armas, nuevas por
principio, que han multiplicado exponencialmente el peligro de un holocausto
nuclear. La aparición en escena de misiles hipersónicos, que pueden viajar a
más de diez veces la velocidad del sonido, de misiles con motores nucleares, que
pueden estar volando durante días esperando la orden de atacar, la
militarización del Cosmos, y la robótica, no solo aplicada a las armas, también
a los centros de mando y control, deberían poner a los ciudadanos los pelos
como escarpias. Hemos llegado a tal punto en la locura que potencias como EE UU
y Rusia ya disponen de control robótico para sus misiles estratégicos, es
decir, aún en el caso de que sus Gobiernos y sus Estados Mayores hubieran sido
aniquilados en un primer golpe, las máquinas se encargarían de seguir
disparando los misiles nucleares para asegurar la destrucción total del
contrario, y de la Humanidad. Dada la velocidad de los nuevos misiles y el
control automático de la respuesta, un error fatal, un fallo o un mal entendido
podrían desatar la catástrofe y sería prácticamente imposible pararla.
Cuando los EEUU empezaron a
desarrollar la Iniciativa de Defensa Estratégica, también conocida como “Guerra
de las Galaxias”, soslayando los acuerdos que habían firmado con la antigua
URSS, algunos ya empezamos a preocuparnos muy seriamente. Ese programa no es de
armamento defensivo, no era, como nos contaron, para interceptar misiles de
Irán o de Corea del Norte, estaba destinado, entre otras cosas, a neutralizar
los misiles estratégicos de Rusia y de China y poder asestar un primer golpe
nuclear sin miedo a la respuesta. Al despliegue de complejos sistemas de
detección, siguió la instalación de sistemas antimisiles, bien coheteriles o de
potentes cañones láser o electromagnéticos, todos ellos basados en tierra, en
el mar y en el Cosmos. Pero, los que quieren intimidar a los demás y poner en
cuestión su soberanía han dado otro paso más al romper unilateralmente el
tratado sobre misiles de alcance medio. En efecto, los EE UU quieren volver a
instalar en Europa este tipo de misiles, como ya hicieron en el pasado, pero
ahora con la tecnología hipersónica. Quiere esto decir que un misil nuclear lanzado
desde Polonia o Rumanía podría llegar a San Petersburgo o Moscú en menos de
diez minutos. Obviamente, Europa Occidental sería la primera en recibir la demoledora respuesta atómica. Cuando en el mundo se han acumulado enormes stocks de armas
nucleares y los expertos discuten únicamente cuantas veces, o decenas de veces,
se puede aniquilar a la Humanidad con estas armas, es el momento más oportuno
de iniciar la retirada del balanceo al borde del precipicio y pasar de la
búsqueda del equilibrio del miedo a formas civilizadas de relaciones entre los
Estados.
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