domingo, 18 de septiembre de 2016

JUECES

Vivimos tiempos difíciles para la democracia, con la soberanía del Pueblo amenazada, no tanto porque España esté sin Gobierno desde hace muchos meses, como porque muchos ciudadanos empezamos a pensar que estamos mejor sin él. Mientras no gobiernen y no tengan poder no podrán hacernos nada. Hay un divorcio entre la gente de la calle y los políticos, un divorcio que, como en las parejas, se ha ido fraguando con el transcurrir de los años. Pero, siempre hay un punto de ruptura, la gota que colma el vaso, el “por aquí no paso y ya no voy a tragar mas”, se trata de la corrupción, la mayor infidelidad de los representantes políticos a sus representados. La corrupción política no es, ni mucho menos, nueva en nuestro país, no voy a hacer un relato histórico de ella, pero, los españoles ya estamos cansados de desayunar todos los días con un nuevo escándalo y, sobre todo, estamos cansados de la desfachatez de los políticos para disculpar a los corruptos de sus propias filas, de que pongan a funcionar continuamente el ventilador de la mierda, de que recurran al “y tú más” como si así lavaran sus pecados. Sin embargo, lo peor de la corrupción no es que nos roben nuestro dinero, sino que nos roben la democracia. Hemos visto en otros países, como Italia, por ejemplo, como la corrupción y las mafias pueden llegar a poner en peligro al propio Estado y a sus instituciones y llegar, incluso, al asesinato, desde los de jueces hasta el de todo un primer ministro.
En España la corrupción ya afecta gravemente a dos de los poderes del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo. Corrupción es que el Gobierno privatice empresas públicas y que luego el presidente y los ministros que autorizaron esas privatizaciones, con lo que se ha dado en llamar “puertas giratorias”, se empleen en las mismas empresas que privatizaron, con nóminas de infarto y corrupción es que con “mordidas” y con dinero negro, a cambio de contratos públicos y otros favores, se financien algunos partidos y paguen así una buena parte de sus campañas electorales. Esos diputados y esos senadores, aunque personalmente no se hayan llevado un duro, son unos corruptos. Pero, todavía queda un poder que la corrupción no ha logrado penetrar en nuestro país, el Poder Judicial. El tercer poder, sin proponérselo, se ha convertido en la vanguardia de la lucha por la democracia en España. Los jueces se han erigido en nuestros defensores, poniendo a los corruptos contra la pared y salvaguardando el Estado de Derecho. Pero, también los jueces se han convertido en gente incómoda para los sinvergüenzas, para los ladrones, para los golpistas. No es la primera vez que en nuestro país algunos pretenden acabar con la división de poderes, la mayor garantía democrática, no es la primera vez que en nuestro país quieren asesinar a Montesquieu. Cuando, a pesar de las leyes y el Código Penal hechos a su medida, los corruptos son encausados, son procesados o son condenados, no salen sus compañeros de partido aborreciéndolos, sino disparando contra los jueces. Estos días hemos escuchado, por ejemplo, como el expresidente de Extremadura, el todavía socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a raíz del procesamiento de los expresidentes de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, arremetía contra el juez Álvaro Martín que lleva la causa, como antes arremetían contra la jueza Mercedes Alaya. Y exactamente lo mismo hacen los conspicuos del Partido Popular, pero en sentido contrario, cuando el juez Víctor Gómez pide al Tribunal Supremo imputar a Rita barberá. “Hacen coincidir los procesamientos con las campañas electorales”, dicen los deslenguados, como si hubiera una trama judicial que midiese los tiempos para perjudicarlos. Solo falta que digan que los jueces españoles están a las órdenes del Gobierno de Venezuela.

Los jueces y juezas son trabajadores públicos que, en medio de muchas dificultades, hacen lo que pueden para cumplir con su trabajo. Con escasos medios, con pocos recursos, sin Policía Judicial, sin un buen apoyo informático, etc, y encima tienen que sufrir la injerencia y las zancadillas de los que usufructúan los dos otros poderes. Tienen mi gratitud y mi reconocimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario