lunes, 10 de marzo de 2014

TERRORISMO EN EL AIRE

Cuando escribo estas líneas todavía no se han encontrado los restos humanos y materiales del vuelo MH370, de Malaysia Airlines que había despegado de Kuala Lampur y tenía por destino la capital china, Pekín. Todavía no se saben las circunstancias del trágico suceso, pero la desaparición repentina en los radares de las estaciones de control, cuando el avión iba a altitud máxima, hace suponer que se produjo una explosión a bordo. Hay, además, algunos indicios alarmantes de que un atentado terrorista pudo estar detrás del drama, la constatación de que algunos pasajeros viajaban con pasaportes falsos, que habían sido robados pocos días antes, y el reciente atentado en una estación de tren china, donde terroristas de una etnia separatista, de mayoría musulmana, situada al Oeste del país, mataron a machetazos a 29 personas y dejaron 130 heridos. La contundente reacción de las autoridades chinas, en el sentido de que no les temblará la mano para acabar con los criminales, pudo tener la respuesta en el ataque al avión malasio, no olvidemos que la mayoría de sus pasajeros eran chinos.
El terrorismo islamista ha tenido como objetivos distintos escenarios, desde trenes a estadios deportivos, desde teatros a escuelas, pero los vuelos de aviones civiles, por varias razones, como la dificultad para establecer las causas y la autoría, han sido objetivos prioritarios, a pesar del notable incremento de la seguridad y las inspecciones al pasaje.
Pero, no solo han sido los islamistas los que han elegido los aviones de pasajeros como objetivos o los han utilizado para fines inconfesables, sin importarles lo mas mínimo la vida de inocentes.
El 6 de octubre de 1.976, un Douglas DC-8, de Cubana de Aviación, volaba entre las islas de Barbados y Jamaica, con destino La Habana, cuando fue objeto de un atentado terrorista. En el avión se habían colocado dos bombas que debían explotar al mismo tiempo, pero un fallo hizo que hubiera un intervalo de varios minutos entre las explosiones y que en la primera el avión no se desintegrara, dando tiempo al comandante de la nave a comunicar a la torre de control que había explotado una bomba colocada en el baño trasero. Murieron las 73 personas que viajaban en la aeronave. Hoy se sabe que el responsable directo fue el agente de la CIA Luis Posada Carriles.
Todavía existe una gran controversia por lo que sucedió, en verdad, con el vuelo 007, de Korean Air, que fue derribado por cazas soviéticos el 1 de septiembre de 1.983. Mientras los EE UU mantienen que un error de la tripulación desvió el aparato 500 kilómetros de su ruta, otros, incluidos muchos pilotos y las autoridades soviéticas y ahora rusas, mantienen que el avión de pasajeros fue utilizado como pantalla, sin saberlo su comandante, para cubrir las actividades de espionaje de un RC-135 estadounidense que operaba en las inmediaciones, para obtener información de las bases soviéticas en la isla de Sajalin, en el Océano Pacífico. El vuelo del Jumbo Boeing 747-200,  de Korean Air, con 240 pasajeros y 29 tripulantes a bordo, había partido de Nueva York y tenía como destino el aeropuerto internacional de Gimpo, en Corea del Sur. Había hecho una escala técnica en Alaska para repostar combustible y desde allí se dirigía hacia Corea del Sur en vuelo automático. La defensa aérea soviética, que vigilaba las actividades del RC-135 USA, recibió la orden de interceptar un eco radárico que había penetrado su espacio aéreo restringido y que no respondía a las llamadas de advertencia.
También está en la mente de todos el atentado que agentes libios cometieron contra el Jumbo Boeing 747 de Pam Am, el 21 de diciembre de 1.988, donde murieron los 259 ocupantes del avión y 11 residentes de la localidad escocesa de Lockerbie, donde cayeron los restos del aparato.
Pero, no adelantemos acontecimientos, porque ha habido accidentes que tenían toda la apariencia de atentado y luego las investigaciones determinaron otra cosa bien distinta, como ocurrió con el vuelo 447, de Air France. El 1 de junio del 2.009, el Airbús A 330-200, con 216 pasajeros y 12 tripulantes desapareció sobre el Océano Atlántico cuando se dirigía desde Río de Janeiro a París. Meses después las “cajas negras” revelaron que unas pequeñas piedras de hielo que penetraron en los medidores de la velocidad del aire del avión engañaron a los pilotos haciendo que el aparato entrara en pérdida y provocando la tragedia.

Dejemos el veredicto final a la comisión de investigación.

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