miércoles, 20 de abril de 2016

LA NECESIDAD DE UN CAMBIO RADICAL EN ESPAÑA

Si un milagro no lo impide, todo parece indicar que unas nuevas elecciones generales en España van a ser inevitables, ante la imposibilidad de que las distintas formaciones políticas sean capaces de sumar una mayoría parlamentaria suficiente para poder gobernar. Para algunos analistas que tengamos que ir a unos nuevos comicios es como una catástrofe, pero hay países, como Bélgica, que estuvieron año y medio sin Gobierno y los belgas estaban encantados en esa situación. Es cierto que sin Gobierno no se pueden hacer muchas cosas buenas, pero tampoco malas. No nos castigarán mientras estemos en campaña permanente.
Las elecciones generales del 20 de diciembre pasado supusieron un auténtico terremoto político en nuestro país. El PP, tras una legislatura donde hizo todo lo contrario de lo que prometió en su programa electoral y aprobó una Reforma Laboral que abarató salarios y facilitó los despidos, perdió 3.650.814 votos y 63 escaños (que luego fueron 64 por el escándalo De la Serna) y el PSOE, que ya había cosechado una debacle en las elecciones generales del 2.011, perdió 1.472.732, obteniendo el peor resultado electoral desde la Transición. En conjunto, PP y PSOE perdieron 84 diputados, un auténtico desastre político que confirmó los pronósticos de que el bipartidismo había entrado en crisis. En contra de los que todavía piensan que fue la corrupción lo que mas influyó en los resultados de las pasadas elecciones, yo estoy convencido que fue la mala situación económica de muchas familias y el paro, que sigue en el entorno de los cinco millones de personas, sin contar con los miles de jóvenes que han tenido que emigrar, lo decisivo. Los populares no fueron conscientes de que una buena parte de los millones de votos que obtuvieron en las elecciones generales de 2.011 eran prestados por ciudadanos que quisieron echar a Zapatero a gorrazos, pero que no eran incondicionales del PP. Y los socialistas tampoco se dieron cuenta que una nueva izquierda estaba emergiendo contra las políticas neoliberales que estaban haciendo sufrir a la gente y de las que ellos, como en toda Europa, eran cómplices. Los votos que perdió el PP fueron casi en su integridad a Ciudadanos, la formación que lidera Albert Rivera, que es tan de derechas, o más, que el PP, pero que presentaba una imagen mas fresca y proponía algunas reformas que a todo el mundo sonaban bien, pero, el verdadero seísmo estaba en la izquierda, porque una nueva formación política que nació al calor de las protestas callejeras contra la Reforma Laboral y los desahucios, Podemos, obtuvo, desde la nada, 5.189.133 votos y 69 escaños, algunos arrebatados a IU, pero la mayoría al PSOE. No se ha analizado suficientemente que si Pablo Iglesias, el líder de Podemos, hubiera logrado sumar a su candidatura a IU, en vez de intentar fichar a algunos de sus dirigentes, como Alberto Garzón, es muy probable que hubiera arrebatado la hegemonía de la izquierda al PSOE, pues Podemos +IU obtuvieron 6.112.438 votos ¡581.745 sufragios mas que el PSOE!

Yo no extrapolaría los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre a los que saldrían en unos mas que probables nuevos comicios. Desde entonces han pasado muchas cosas y es muy difícil saber lo que pasa por la cabeza de cada uno de los españoles. Hay dos acontecimientos, sin embargo, que podrían influir decisivamente: que los ciudadanos ya se han dado cuenta que el PSOE prefiere pactar con la derecha antes que con Podemos y que los escándalos por la corrupción han llegado a un límite insoportable que hace necesario, e imprescindible, un cambio político radical en España. Ya no se salva nadie de La Casta, ni Aznar, ni Felipe González, ni el anterior rey y una de sus hijas, ni siquiera el pseudosindicato Manos Limpias, que, como tantos sinvergüenzas que llevan años tomándonos el pelo, las tenía sucias.

2 comentarios:

  1. En el trazo grueso coincido bastante con su análisis, porque si lo despojamos del enfoque más ideológico, se limita a contar lo que ha pasado desde la segunda legislatura de Zapatero hasta ahora. Hay una cosa en la que discrepo y es en el peso relativo que la política económica de recortes o la corrupción hayan podido tener en los resultados cosechados por el Partido Popular en los comicios del 20-D. Yo creo que los casos de corrupción arruinaron cualquier posibilidad de que el gobierno de Rajoy vendiese de forma creíble algunos de sus logros macroeconómicos.

    En cualquier caso, el PP pagó las consecuencias de una acción de gobierno basada en los recortes económicos y que, en gran medida, le vino impuesta desde las instituciones europeas, en una coyuntura de grave crisis económica. Más difícil de justificar es el descalabro electoral del PSOE, que pese a ser la mayor fuerza de la oposición en el Parlamento no supo rentabilizar dicha circunstancia. ¿Qué motivos pueden justificar ese descalabro? Se me ocurren varios: 1) La todavía reciente herencia negativa de la segunda legislatura de Zapatero, 2) La falta de liderazgo en el partido y 3) La irrupción de los llamados partidos emergentes, a su izquierda y a su derecha.

    Históricamente, el PSOE salvó las confrontaciones electorales en momentos de crisis con sus hábiles apelaciones al voto útil de la izquierda, frente a la derecha. Si mal no recuerdo, nunca la izquierda radical, representada por el PC primero y por IU más tarde, sobrepasó los 25 escaños. Incluso cuando Julio Anguita ejerció su liderazgo. Sin embargo, el 20D supuso un punto de inflexión que deparó la aparición de Podemos y sus confluencias (69 escaños) y de C’s (40 escaños). La famosa aspiración de acabar con el bipartidismo, finalmente se vio consumada.

    Ahora bien. ¿Ese fenómeno llegó para quedarse o es sólo un paréntesis? Yo creo que, a medio plazo, llegó para quedarse. No es previsible que el PSOE se recuperen en unos eventuales nuevos comicios legislativos, ni parece que C’s y Podemos vayan a desplomarse electoralmente. Pero incurrirían, posiblemente, en un error quienes consideren que el “souflé” pueda seguir creciendo. Pensar que la suma mecánica de los votos de Podemos e IU pueda dar lugar al soñado “sorpasso” al PSOE, es demasiado pensar.

    La izquierda radical en España nunca ha alcanzado un porcentaje de votos superior al 12 o 13 %. Ese es su techo histórico. Los resultados de Podemos el 20D son otra cosa. Son la consecuencia de un nuevo producto electoral, Podemos, que es una mezcla de izquierdismo y populismo. Si alguien piensa que los 5 millones de votos obtenidos por Podemos son votos inequívocamente de izquierda, es muy probable que se equivoque; máxime si la alta abstención que se prevé el 26J (hasta un 42 % en los jóvenes menores de 30 años) termina materializándose. Hay, por último, un nuevo factor que no debe pasar desapercibido. Me refiero a las experiencias del podemismo en el ámbito local; trufadas de ocurrencias, de una cierta sensación de que predicar es una cosa y otra muy distinta dar trigo y que gobernar no es lo mismo que agitar los movimientos de descontento social.

    Ver veremos, si finalmente somos de nuevo llamados a las urnas.

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  2. Es cierto que el voto de Podemos no es ideológico, los marxistas ilustrados votan a IU, es un voto de rebeldía y de reacción de las clases mas desfavorecidas, especialmente trabajadores y jóvenes sin empleo, ante las políticas neoliberales y ante el modus vivendi del día a día. Las revoluciones no las hacen las ideas, sino los estómagos. Las circunstancias objetivas para esa reacción de amplias capas populares siguen ahí, pues, a pesar de la recuperación económica que nos han vendido, hay mucha gente que lo está pasando mal. Mientras la coyuntura económico-social no cambie, no mejore, la izquierda radical, tanto la ideologizada como la que no, será un agente, un factor, muy a tener en cuenta.

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