Se dice que un boxeador esta “grogui”
cuando deambula por el ring en estado semiinconsciente, agarrándose al
adversario e intentando, en un último esfuerzo, que un gancho a la mandíbula no
lo deje k o en la lona. Pues bien, esa es la patética imagen del partido del
Gobierno, que, desde que los ciudadanos han podido acudir a las urnas a
expresar su opinión, no levanta cabeza. El PP ya recibió un serio aviso en las
elecciones europeas, pero no hizo nada para corregir una deriva que era consecuencia
de sus actos. En la segunda oportunidad los españoles le han dado un fuerte
varapalo, ya que en las autonómicas y municipales, ha perdido mas de dos
millones de votos.
El Partido Popular se encontró
con una holgada mayoría absoluta en las elecciones generales de noviembre del
2.011, donde obtuvo 10.830.693 votos y 186 diputados, pero, aquella victoria no
fue tan arrolladora como aparentaba, porque en las elecciones generales del
2.008 el PP había obtenido 10.278.010 y, con 154 diputados, quedó tras el PSOE
que lideraba Zapatero, que obtuvo 11.289.335 y 169 escaños. Es decir, los
populares solo ganaron 552.683 votos en 2.011, pero el PSOE perdió 4.700.000 y
la abstención pasó del 26,15% en 2.008 al 28,31% en 2.011. Esas fueron las
claves, fruto del desastre socialista, de la victoria de Mariano Rajoy y no el
carisma del candidato ni el programa, como espero que nadie mantenga.
Zapatero fue una víctima de la
crisis y de sí mismo, porque la realidad de la situación en que se encontraba
España en el año 2.010 impidió que pudiera seguir despilfarrando dinero y
comprando nuestro voto con ocurrencias como los famosos 400 euros del IRPF o
los 2.500 euros por nacimiento sin discriminación de renta. Subir la edad de
jubilación a los 67 años, congelar las pensiones y bajar un 5% el salario de
los funcionarios, como le aconsejó Ángela Merkel, fue la puntilla para el presidente socialista.
Pero, el PP no entendió que una
cosa era que los españoles quisieran echar a Zapatero a gorrazos y otra muy
distinta que aprobaran las políticas de recortes salariales y sociales de la
derecha, porque en eso, en las subidas generalizadas de impuestos y tasas y en
el saneamiento de las Cajas de Ahorro con dinero público, para dejarlas, casi
gratis, en manos privadas, se resumen las tan cacareadas “reformas”. Al tiempo
que el espectro político de España se desviaba hacia el rojo, porque los
ciudadanos no comulgaban con las ruedas de molino neoliberales, y porque la
gente sufría en sus carnes las alegrías, corruptelas e irresponsabilidades de
los políticos, los ricos aumentaban en nuestro país. Desde 2.008 han aumentado
los millonarios en España un 40%, el mayor crecimiento de todos los países de
la OCDE, mientras los salarios caían en picado y el paro sobrepasaba los cinco
millones de personas. La miseria de unos es directamente proporcional a la
opulencia de otros. Pero, los millonarios son poco mas de 187.000 y el resto un
ejército de indignados inmenso, y votan igual unos que otros, eso es lo bueno
de la democracia y lo malo para el PP, como antes lo fue para el PSOE.
Rajoy y los suyos no han hecho un
análisis lúcido de los últimos resultados electorales y mientras han dirigido
sus críticas a Pedro Sánchez y a Venezuela se han contentado con una
remodelación gubernamental ridícula cuyo único objetivo es, como suelen decir
ellos, comunicar bien a la gente sus “logros”, sobre todo en la próxima campaña
electoral de las generales de finales de año. También resucitan la Reforma de
la Ley Electoral para que gobierne la lista mas votada. Están empeñados en
trabajar por un frente de izquierda y con iniciativas como esa lo van a lograr.
En fin, cada uno es libre de elegir la forma de suicidarse políticamente.
La remodelación del Gobierno sí
habría servido de algo si se hubiera puesto a alguien con mas carisma, con mas
empatía y que no dijera, o pensara, “que se jodan” cuando sufren los
ciudadanos. Un superministro progresista que subiera el Salario Mínimo
Interprofesional, hiciera una Contrarreforma Laboral y entrara a saco contra la
corrupción, el fraude fiscal y la economía sumergida. Alguien que no perdería
votos por la derecha y los cogería en el enorme océano de sufragios que el PP,
con sus políticas, sus actitudes y sus comportamientos, ha dejado a su
izquierda, un líder que hiciera la revolución controlada y desde dentro antes
de que se la hagan desde fuera. No ha sido así, quizá porque no hay mimbres
para ese cesto ni ganas de hacerlo. Preparemos, entonces, la extrema unción.
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