En la Transición Democrática,
Adolfo Suárez comprendió enseguida que la derecha no tendría posibilidad alguna
de gobernar en España (porque los votos naturales de la izquierda, en
circunstancias normales, superan en aproximadamente millón y medio a los de la
derecha) si no se creaba un partido de centro, que aglutinara una buena parte
de la derecha, sí, pero que también arañara votos en otros nichos ideológicos y
sociales, así apareció la Unión de Centro Democrático. Aquel experimento duró
poco, porque existía una derecha antediluviana que no tenía la menor intención
de modernizarse, de democratizarse y de perder sus privilegios históricos.
Alguna de aquella derecha extrema se refugió en AP, el partido que había
fundado Manuel Fraga, pero había grupos mas radicales, claramente fascistas,
que se encontraban mas a gusto en Fuerza Nueva, el grupo extremista de Blas
Piñar. Pero, la ultraderecha estaba también enquistada en el Ejército, en la
Guardia Civil, en la Policía, en los servicios secretos, en el empresariado, etc,
empeñada en que nada sustancial cambiara en España. El asesinato de los
abogados laboralistas de la calle Atocha y el Golpe de Estado de 1.981, el de
verdad y la “tejerada”, fueron los máximos exponentes de que los fascistas
seguían ahí, dispuestos a todo.
Adolfo Suárez, a pesar de que
había sido nada menos que secretario general del Movimiento, quiso civilizar a
la derecha española y llevarla hacia posiciones políticas menos radicales, pero
fracasó en el intento, porque muchas iniciativas políticas de UCD parecían
incluso izquierdistas para el “Bunker”.
Pero, con el paso del tiempo, la
ultraderecha se dio cuenta que nada iba a cambiar en España, que gobernara el
PP o el PSOE seguirían mandando los mismos de siempre y que nadie se iba a
meter con sus intereses económicos, que, en fin, todo seguiría atado y bien
atado, como había dicho el dictador Franco. Votarían todos al Partido Popular.
La irrupción de Podemos y el
desplazamiento hacia el rojo del espectro político y social que ha provocado la
crisis y la corrupción en España nos han vuelto a recordar que la ultraderecha
sigue ahí, no solo en las gradas de los campos de fútbol y en las catacumbas.
Los últimos resultados electorales y el miedo a lo que puede suceder en el
futuro inmediato ha hecho salir de sus cuarteles de invierno al fascio, echando
espuma por la boca contra los comunistas y dando clases de democracia,
precisamente ellos, que son sus mayores enemigos, a los que quieran
escucharlos. Algunos conspicuos del PP, con sus declaraciones, han dejado ver su
verdadera condición, porque estaban convencidos que el poder era suyo. Pero,
también han reaparecido en los foros sociales y en Internet, con sus banderas y
sus uniformes nazis y con sus eslóganes totalitarios de siempre, los mas
extremistas de los fascistas.
La ultraderecha política y
económica está nerviosa, porque ve que sus verdaderos enemigos ya están tocando
poder en los ayuntamientos y en las CC AA y tomando medidas contra los que
pensaban que España era su cortijo.
La izquierda emergente sería una
ingenua y una imprudente si no tomara conciencia de la amenaza que supone para
el sistema democrático la ultraderecha española cuando los resultados
electorales no son favorables a sus intereses.
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