miércoles, 21 de enero de 2015

LA EXCARCELACIÓN DE BÁRCENAS

Cuando escribo estas líneas todavía no se ha producido la salida de la cárcel de Luis Bárcenas, pero parece que es cuestión de poco tiempo, pues nadie duda que el extesorero del PP no va a tener ningún problema en reunir los 200.000 euros de la ridícula fianza que le ha impuesto la sección cuarta de la Sala de lo Penal, al estimar parcialmente el recurso que presentó. Si deposita la fianza quedará en la calle y solo tendrá que comparecer en el juzgado número 5 de la Audiencia nacional 3 veces a la semana y no abandonar el país.
La indignación de los ciudadanos es monumental, pues el caso Bárcenas ha sido uno de los mas mediáticos y, además, todo el mundo es consciente de que no se trata solo del enriquecimiento ilícito de una persona, sino de la financiación ilegal del partido político que gobierna España.
La gente recuerda las palabras que el presidente Rajoy le enviaba en SMS: “aguanta, Luis, sé fuerte” y al Partido Popular esto no le va a salir gratis, al contrario, tendrá un gran coste electoral, porque muchos de los ciudadanos que dieron su confianza al PP en las últimas elecciones no son incondicionales y si ya estaban suficientemente cabreados por los incumplimientos del programa político que votaron, al que Rajoy ha dado la vuelta como si fuera un calcetín, esto es la gota que colma el vaso. La dirección del Partido Popular lo sabe, naturalmente, pero si Bárcenas fuera condenado a una larga pena de prisión y, desesperado, hablara sería todavía peor, porque no solo perderían las elecciones, algunos conspicuos del PP podrían acabar también a la sombra
A mí, sin embargo, lo que mas me preocupa no es el escándalo de la excarcelación de Bárcenas y otros episodios sangrantes que estamos padeciendo relacionados con la corrupción que ha campado en España a sus anchas, sino la degradación democrática que está sufriendo nuestro país y que aún puede empeorar, una democracia por la que muchos lucharon y se sacrificaron. Durante el primer Gobierno de Felipe González fue muy comentada la intención de Alfonso Guerra de “asesinar a Montesquieu”, es decir, cargarse la división de poderes que consagra la Constitución. Pero aquello no es nada comparado con lo que estamos viendo en los últimos años. Ya he dicho varias veces, y lo repito ahora, que el mayor problema al que nos enfrentamos los españoles es al golpe de Estado, que no siempre va acompañado de la salida de los “tanques” a la calle. Sería el segundo desde la Transición y recordemos que el primero, contra Adolfo Suárez (no estoy hablando de la “tejerada”), salió triunfante. Estamos gobernados por golpistas y también los hay en abundancia en la oposición. Cambiaron la Constitución sin consultar al pueblo y quieren cambiarla otra vez para dar satisfacción a los independentistas catalanes, ganaron las elecciones financiados con dinero negro procedente de constructores y otros empresarios a cambio de suculentos contratos que pagamos nosotros y los que buscar asesinar a Montesquieu han vuelto con ánimo renovado, apartando a los jueces incómodos y manejando la Justicia a su antojo.

Los españoles cometeríamos un gravísimo error si no nos tomáramos en serio la amenaza que representan los falsos demócratas. Estamos en un año electoral que, depende de nosotros, puede servir para forzar un punto de inflexión a la deriva de la degradación democrática. Hay partidos y movimientos nuevos que quizá no nos satisfagan y sobre los que tenemos fundadas dudas, pero que pueden servir de instrumento (es el único que tenemos) para una rebelión imprescindible y necesaria.

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