miércoles, 3 de septiembre de 2014

¿EL MALO DE LA PELÍCULA?

No hay nadie mas importante en el cine que el que hace el papel de malo, sin él las heroicidades del galán protagonista no tendrían valor alguno y muchos filmes serían enormemente aburridos. El séptimo arte ha dado grandes actores en el papel de malvados, algunos bordaban tanto su papel que, saliendo de segundones, llegaban a eclipsar a los protagonistas principales. Quién no recuerda a Edward G. Robinson haciendo de gánster sanguinario o a Richard Widmard en “El beso de la muerte” tirando a la anciana en silla de ruedas por la escalera. Pero, la vida real no tiene nada que ver con la ficción y por mucho que salga Christopher Lee haciendo de Fu-Man-Chú, y con ojos siniestros recordarnos que el mundo volverá a saber de él, no me convencerán de la maldad intrínseca de los chinos. En algunas cosas he sido bastante precoz, lo confieso, y me acuerdo que cuando, siendo un niño, veía las películas de indios y el “gallinero” bramaba diciendo ¡hala mocín! jaleando a Custer y al Séptimo de Caballería, ya intuía que los papeles de buenos y malos que me vendían no eran los correctos. Incluso se da la paradoja de que precisamente los que interpretaban a los criminales en el cine, en la vida real eran unas excelentes personas. Sirvan como ejemplo los dos magníficos actores norteamericanos que mencionaba, Edward G. Robinson, que fue un valiente luchador contra el macartismo  y la “caza de brujas” o Richard Widmard, que cayó en una profunda depresión tras su éxito en “El beso de la muerte”, porque la gente se creyó tanto su papel que hasta lo insultaban por la calle. Tras aquello, Widmard se negó a volver a interpretar papeles de malo.
Fuera de los escenarios también hay buenos y malos (a mí me gustan poco los tonos grises y el relativismo), pero a veces no es fácil identificarlos, sobre todo si estamos demasiado mediatizados por las ideologías o por los medios de comunicación. Debemos tener en cuenta también que en este mundo de mentiras e intereses los papeles que se adjudican a unos u otros cambian de la noche a la mañana. El que hoy es malo malísimo, mañana puede ser un santo, y viceversa.
En la vida real las cosas suceden de verdad, los muertos no se levantan y se van a tomar unas cañas, las guerras no son para entretener sino para saciar apetitos inconfesables, por eso aquí sí es de vital importancia reconocer perfectamente a cada cual.
En las últimas semanas estamos asistiendo en Occidente a la demonización del presidente ruso Vladimir Putin, algo que se está agudizando en la medida que Rusia no traga con la estrategia que la OTAN tenía diseñada para Ucrania. En el debate que ha surgido intervienen todo tipo de tertulianos y opinadores que muchas veces no tienen ni la menor idea sobre lo que hablan o escriben o que pretenden engañarnos. Pocos comentan el verdadero origen del actual conflicto y algunos osados incluso llegan a decir que Putin quiere volver a la Rusia imperial y a conquistar nuevos territorios en Europa.
La verdad es que mientras EE UU tiene un Presupuesto de Defensa anual de 600.000 millones de dólares, al que hay que sumar los de sus aliados europeos, el de Rusia solo es de 68.000 millones de dólares. El Presupuesto de Defensa ruso no tiene nada que ver con el de la antigua URSS, que llegó casi el 40% de su PIB y que fue una de las causas de su desintegración, y no es un Presupuesto que permita aventuras de gran calado. Hasta tal punto es así que el Gobierno ruso ha centrado los escasos recursos asignados a Defensa a su componente estratégico, en particular a los modernos submarinos de la clase “Borei” y sus misiles con rango intercontinental, “Bulavá”, con diez ojivas independientes (cada submarino de esta clase porta 160 bombas termonucleares) y a los submarinos de ataque de la clase 885 “Yasen” (clase “Graney”, según el código OTAN) estos submarinos son, sin duda, los mejores del mundo, ya que, además de características excepcionales, como que pueden sumergirse hasta 1 kilómetro de profundidad, son multipropósito y lo mismo pueden enfrentarse a otros submarinos de ataque, que hundir un portaaviones con sus misiles de crucero a 5.000 kilómetros de distancia, que destruir una ciudad con sus bombas nucleares. Los nuevos misiles de crucero y estratégicos rusos están especialmente diseñados para burlar el “Escudo Antimisiles” norteamericano.
La capacidad de respuesta estratégica de Rusia no está orientada, como las flotas de portaaviones norteamericanos, para intervenir militarmente en otros países y en otros continentes, sino para salvaguardar la soberanía del país y evitar que este pueda ser chantajeado. Son otros los que están haciendo ingentes esfuerzos para acabar con la disuasión nuclear, utilizando a países como Ucrania, y a golpistas convenientemente entrenados, para desplegar allí, a las mismas puertas de Rusia, bases militares y nuevos componentes de la Iniciativa de Defensa Estratégica, mas conocida como “Guerra de las Galaxias”.

Pero, dicen que el malo de la película es Putin.

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