viernes, 18 de octubre de 2013

LA SUPERCRISIS QUE VIENE

En el año 2.007 escribí un artículo bajo el título de “La crisis que viene” donde advertía que el mundo capitalista estaba a punto de sufrir un crack económico muy grave. Al contrario que reputados economistas que ya venían diciendo desde hacía años lo que se avecinaba, basándose en algunas contradicciones del sistema, como la subreproducción industrial que se había empezado a manifestar en los años 70 del pasado siglo, mis elementos de análisis eran mas de andar por casa, pero, a la postre, serían el verdadero detonante de la crisis que estalló por el impago de las hipotecas subprime o basura, es decir, masivos préstamos para la compra de viviendas infladas de precio que se hicieron a ciudadanos cuyas propiedades solo eran un modesto salario. Aquel año 2.007, a pesar de los evidentes peligros que acechaban, el mundo vivía en plena fiesta. Nunca las grandes corporaciones y la gran banca habían ganado tanto gracias a sus tejemanejes y a endeudar a los incautos hasta el cuello. Pero, para el que lo quisiera ver, ya había señales alarmantes de lo que podría pasar. Hubo una brutal escalada del precio de los cereales, debido a las sequías provocadas por el cambio climático y a la especulación de los intermediarios, que incrementaron los precios de los alimentos. También se disparó el coste de los productos petrolíferos. A finales de 2.007 el precio en origen del barril de petróleo ya había superado los 100 dólares, cuando en agosto de aquel mismo año estaba en torno a los 80 dólares. Las grandes empresas estaban ganado mucho dinero, pero, en su usura, cometieron un grave error, se apropiaron de mucho más que las plusvalías resultantes del trabajo productivo.
Los trabajadores hacía mucho tiempo que estaban perdiendo poder adquisitivo, porque los precios llevaban años subiendo por encima de los salarios. En algunos países de Europa esa pérdida de poder de compra se había agravado con la entrada en la moneda única, el Euro, que incrementó, también, artificialmente los precios. Llegó un momento, como ahora sabemos todos, que la gente no pudo pagar sus créditos y aquella fiesta se convirtió en un drama para millones de personas.
Pero, en contra de la lógica, los ciudadanos no reaccionaron contra los que les habían abocado al desastre. Siguieron gobernando los mismos y, como era de esperar, continuaron con sus fechorías. Ante las dificultades de los bancos, que ya no podrían cobrar muchos de los préstamos que hicieron y no sabían que hacer con cientos de miles de viviendas imposibles de vender y cuyo valor había caído muy por debajo de la hipoteca que tenían, los Gobiernos inyectaron muchísimo dinero a las entidades financieras y los especuladores se las arreglaron para que el precio de la Deuda Pública se mantuviera alto. La jugada fue la siguiente: con dinero público prestado a muy bajo interés, cuando no totalmente gratis, los bancos se dedicaron a comprar Deuda a unos altísimos réditos que tendrían que pagar los trabajadores y las clases medias. La burbuja inmobiliaria se sustituyó por la burbuja de la Deuda.
EE UU, país líder del capitalismo, es donde primero se manifiestan los síntomas de las enfermedades económicas contagiosas. Sucedió con las hipotecas subprime y también está pasando con la bomba de relojería de la Deuda, que está a punto de explotar. Estos días hemos visto como el país, sobre el papel, mas rico del mundo ha estado sin dinero para pagar a sus funcionarios. Los navajazos traperos entre los políticos de Washington han sido lo que ha ocupado los noticiarios, pero el verdadero trasfondo del asunto es una estratosférica Deuda que va a poner a prueba muy pronto la sostenibilidad global de un sistema que, evidentemente, agoniza.
No hace mucho que el presidente Obama tuvo que pedir que se cambiara la Ley para poder sobrepasar el tope de la Deuda, con la promesa de que se controlaría el déficit, pero no ha así. La Deuda reconocida USA ya ha llegado a los 16,8 billones de dólares, pero la verdad es que puede ser terriblemente mayor. Según un estudio de la Universidad de California-San Diego, realizado por el profesor de economía James Hamilton, la Deuda real puede ascender a 70 billones de dólares. El estudio analiza la Deuda Federal incluyendo los gastos realizados tras el estallido de la crisis en 2.008, como el apoyo a la vivienda, garantías de préstamos, seguros de depósitos y las inyecciones monetarias de la Reserva Federal. Para darnos una idea del problema, baste decir que EE UU ya tiene que pagar de intereses anuales por su Deuda (una gran parte comprada por China y por los propios bancos norteamericanos) 220.000 millones de dólares y que en 2.021 tendrá que abonar mas que todo el presupuesto de Defensa, es decir, 550.000 millones de dólares.

Si era evidente que la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos generaría una grave crisis, aún debe serlo más que el crecimiento exponencial de la Deuda desembocará en la supercrisis, una depresión mundial de consecuencias inimaginables.

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