martes, 29 de septiembre de 2015

¿TRIUNFARÁ LA MENTIRA?

La mentira ha sido usada como instrumento político desde siempre, Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi, está considerado un maestro en cómo utilizar la falacia para conseguir fines. Su frase mas famosa es la de como a fuerza de repetir una mentira esta llega a convertirse en verdad, pero, es menos conocida su doctrina que está condensada en “Los once principios de la propaganda”, un magistral manual para embaucar.  Dos son, para mí, los principios mas importantes de ese instrumento para la manipulación, el décimo (Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas) y el undécimo (Hay que llegar a convencer a mucha gente que piensa “como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad). Pues bien, objetivamente, los secesionistas catalanes están siendo unos avezados alumnos del ministro de Hitler.
Aunque bien podría, no voy a relatar aquí todas las patrañas que han ido construyendo los nacionalistas catalanes a lo largo de los últimos 35 años, solo voy a mencionar, por orden de importancia, las que me parecen mas relevantes: la primera es hacer creer a los ciudadanos que el Estado español se ceba con ellos, que “España les roba”, cuando es precisamente Cataluña la comunidad autónoma que mas fondos ha recibido del Gobierno central en todos estos años. La segunda es utilizar la “identidad nacional” para obtener privilegios, sin reconocerlo. Cabe ahora recordar que se empezó a alimentar al monstruo cuando se establecieron dos formas diferenciadas de acceder a los estatutos de autonomía, una diseñada para las llamadas “nacionalidades históricas” y otra para el resto. Por último, hacer creer a todo el mundo que uno se puede saltar la legalidad y la legitimidad sin que ello tenga consecuencias. En eso los han ayudado mucho, justo es reconocerlo.
Pero, hasta ahora las mentiras de los nacionalistas catalanes estaban bien construidas, bien elaboradas, eran dignas de Goebbels, pero en los últimos tiempos (eso es lo que suele suceder a los que, creyendo que están en la cresta de la ola, pierden la perspectiva de la realidad) se han vuelto ridículas y groseras, mucho peores que las del charlatán de feria que vende crecepelos o el elixir de la felicidad. Así, se puede decir que ha ganado la opción independentista cuando no ha llegado al 50% de los sufragios, sumar a la causa de la independencia a organizaciones que, como Catalunya sí que es pot, se han manifestado reiteradamente en contra de la ruptura, o, en fin, manifestar, como he escuchado a un dirigente de ERC, que en Cataluña el idioma catalán está discriminado en las escuelas, cuando todos sabemos que es el castellano, el idioma del Estado, el que sufre esa discriminación, a pesar de las sentencias de la Justicia.

Pero, la mentira no triunfa, por muy bien elaborada que esté, sino encuentra el caldo de cultivo de la debilidad, de los silencios, de la pusilanimidad o de las múltiples formas de complicidad. Han sido muchos los que, a pesar de haber gozado de todos los medios para la manipulación, no han logrado que sus patrañas se impusieran. Hubo gente que con simples octavillas las desmontaban. La clave no está en conocer la verdad, sino en la determinación de difundirla y en la denuncia pública de los embusteros y los que les hacen el caldo gordo. Y en hacerlo sin compasión y sin respeto, porque no se los merecen.

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