jueves, 17 de septiembre de 2015

LA AGONÍA DE LOS MARES

Estos días, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ha publicado un importante informe que, a pesar de su extraordinaria gravedad, no ha sido portada de los periódicos ni cabecera de los informativos. El informe dice que en los últimos 40 años han desaparecido de los océanos el 40% de los vertebrados y que, en particular, la población de caballa y atunes (incluido el atún blanco o bonito del Norte) ha descendido nada menos que un 74%. Varias son las causas, según WWF, para que se haya producido esta catástrofe que está muy cerca de la extinción masiva: en primer lugar la sobrepesca, seguida de la contaminación y el cambio climático.
Pocos exploraron y conocieron tan bien los mares del mundo como el francés Jacques Cousteau, que mucho antes de su muerte ya había levantado la voz advirtiendo sobre lo que estaba sucediendo.
El drama ya es perfectamente constatable y no tiene discusión. El descenso de las capturas se ha acentuado en todas las lonjas del mundo y hay especies que hasta hace muy poco tiempo eran abundantísimas, como la sardina, que casi han desaparecido por completo.
Lo que está pasando con la pesca se parece mucho a lo que ocurrió con los bisontes en las praderas de Norteamérica. Durante cientos o incluso miles de años los indios americanos habían practicado una caza responsable de los bisontes, que los proveían de carne y pieles, pero la llegada del hombre blanco, de sus rifles y de su irresponsabilidad dejó las manadas de millones de ejemplares reducidas a unas pocas docenas. Es inconcebible que los ciudadanos y los Gobiernos no se dieran cuenta de que miles de barcos faenando continuamente y extrayendo cientos de millones de toneladas de pescado iban a acabar con la vida marina.
La contaminación de los mares es otro de los condicionantes del holocausto marino. Plásticos de todo tipo inundan los mares y los fondos oceánicos y son ingeridos por muchos peces. Incluso a un lugar tan apartado como la Antártida llegan toneladas de residuos del consumo humano.
También el cambio climático trabaja por la extinción de las especies marinas. En concreto se ha podido verificar que la variación de las corrientes y de la temperatura de los océanos está acabando con los nutrientes que sirven de alimento a los grandes cardúmenes de peces, como los arenques, que son la base de la alimentación de otras especias de peces y mamíferos marinos. La rápida desaparición de las focas y de los osos polares tiene mucha relación con este fenómeno.
El problema es global, pero las soluciones, además de globales, son también locales. Los Gobiernos nacionales y las CC AA o regiones no pueden hacer dejación de sus responsabilidades. En concreto, algunas CC AA, como Asturias, tienen competencias en la regulación de la pesca y otras actividades en las desembocaduras de los ríos y rías, y en las aguas costeras entre cabos. Mucha gente se sorprendería de la cantidad de fechorías que se cometen en las aguas costeras asturianas, donde está autorizado extraer algas (que son refugio de muchas especies y lugar de desove) o se ponen redes en cualquier sitio y se largan líneas con miles de anzuelos por todas partes, incluso en lugares prohibidos, sin que haya ningún tipo de sanciones.  Tampoco se establecen lugares de veda. Si a esto sumamos que en el Mar Cantábrico hay unos 700 arrastreros que faenan día y noche, tendremos una clara visión de quienes son los responsables de lo que está sucediendo.
Cousteau sentenció: “dependemos de los océanos”. Pero todavía hay mucha gente que no se ha dado cuenta de que la agonía de los mares es nuestra propia agonía.


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