miércoles, 28 de agosto de 2024

DOS MESES DE INFARTO

 


Falta poco más de dos meses para las elecciones presidenciales en EE UU, unos comicios donde, dependiendo de los resultados, puede que todo siga igual o puede que no. La perspectiva de un triunfo de Donal Trump ha puesto nerviosa a mucha gente. Esta gente a la que me refiero está dentro de los propios EE UU (ya hemos visto hasta un intento de magnicidio) y también en la UE. Intereses económicos y políticos muy variados constituyen un cóctel explosivo, que van desde el aparato militar-industrial a las consecuencias de la inmigración irregular masiva, que ya se percibe por los ciudadanos más como un problema (de seguridad, de convivencia, de choque cultural) que como una "solución" (mano de obra barata). Un triunfo de Trump tendría consecuencias económicas, estratégicas, políticas y culturales, y lo saben. A mí lo que más me preocupa es que tenemos una guerra en Europa, que no es la primera guerra en Europa después de la Segunda Guerra Mundial; pero en la guerra de Yugoslavia el enfrentamiento no fue entre las grandes potencias, no fue entre EE UU y sus aliados de la OTAN directamente contra Rusia, como lo es en la guerra en Ucrania, una diferencia no baladí. Tanto Trump como el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU, J.D. Vance, ya han dicho que, si ganan, no van a enviar ni un solo dólar más, ni una sola bala más a Zelenski, pues quieren centrarse en defender a Israel, y controlar Oriente Medio, y en el enfrentamiento global contra China, no en salvar el trasero a los políticos europeos y en meter el dedo en el ojo a Putin. La guerra en Ucrania ha venido muy bien a los gobiernos de varios países de la UE, no tanto a otros, como Hungría. Y, digo bien, a los gobiernos, que han podido despistar al personal de otros asuntos, echar la culpa a Putin de la muerte de Manolete, introducir la censura en los medios de comunicación, etc, que no a los países, que han visto como caía su producción industrial y sus exportaciones al tiempo que crecía la factura de sus importaciones de gas natural y de otros hidrocarburos. Sirva Alemania como el ejemplo más significativo. Pues bien, tanto el Partido Demócrata y los lobbies que lo apoyan en EE UU, como los gobiernos europeos, que están en la cuerda floja por las imprudentes políticas que han estado implementando (ver situación política en Alemania, Francia, Reino Unido, España, etc), esos gobiernos que han estado apoyando con ingentes cantidades de dinero y armas al régimen de Kiev, acogiendo a millones de refugiados ucranianos (nada menos que casi ocho millones) y manteniendo una guerra proxi contra Rusia, no se pueden permitir, después de todo eso y después de centenares de miles de muertos, perder la guerra, sería su fin, y lo saben. Así que en estos dos meses que quedan hasta las elecciones en EE UU podemos ver iniciativas bélicas muy peligrosas, que nos podrían llevar, sin ninguna duda, a la Tercera Guerra Mundial. EE UU y sus aliados llevaban años traspasando líneas rojas sin que Rusia hubiera contraatacado. La expansión de la OTAN hacia el Este, en contra de lo que prometieron a Gorbachov, fue un nunca acabar. Pero, el golpe de Estado del Maidán y la intención de meter también a Ucrania en la OTAN y controlar el Mar Negro, el bajo vientre de Rusia, fue demasiado, fue un punto de inflexión, por eso empezó la guerra en Ucrania, cuando un mes antes Rusia solo pedía garantías de seguridad. EE UU no solo cree que debe liderar el mundo, sin preguntar a nadie al respecto, hay senadores americanos que dicen, sin cortarse un pelo que "Rusia tiene  un territorio demasiado grande para que pertenezca a un solo país". Por supuesto, tras la desintegración de la URSS, ya había planes de trocear a Rusia en al menos cinco países. No voy a entrar ahora en más detalles. Esa gente, aventurera y que están a sueldo de grandes corporaciones, no son profesionales de la guerra, como los militares, por eso sus declaraciones y sus iniciativas tienen mucho peligro. En efecto, los militares son los que tienen más miedo ante lo que está pasando.

La última línea roja que ha traspasado la OTAN ha sido la invasión de la provincia rusa de Kursk. No se trata de una invasión ucraniana, como alguien podría alegar que ha echo Rusia en contrario, se trata de una invasión de la OTAN, con sus armas, su planificación, su inteligencia, su apoyo satelital y miles de sus mercenarios, la mayoría polacos, estadounidenses y británicos, reclutados por empresas de seguridad a las órdenes de sus gobiernos, como ya vimos en Afganistán. La OTAN ha invadido Rusia ¿Lo hemos entendido bien? Pero, esa no va a ser la última locura y, se lo aseguro, las líneas rojas a traspasar no son infinitas. Si Putin fuera un desequilibrado, como dicen algunos, ya nos habríamos ido todos al cuerno hace tiempo.

Ante los reveses en la guerra, no solo en el Donbás, también ya en Kursk, y antes de las elecciones norteamericanas de noviembre, habrá una gran ofensiva diplomática, mediática y militar para obligar a Rusia a capitular. El primer episodio será la comparecencia en septiembre de Zelenski ante la Asamblea General de la ONU para calentar el ambiente. Por supuesto, se dirá que se trata de obligar a Rusia a sentarse para firmar la paz. Posiblemente, y este es el peligro, en esa ofensiva militar se intente atacar objetivos civiles y/o muy llamativos en Moscú y San Peterburgo, o alguna central nuclear, con misiles occidentales de largo alcance. Eso no sería posible sin la asistencia técnica y satelital de USA, e incluso sin sus soldados. El ministro de asuntos exteriores ruso, Lavrov, ya ha advertido a EE UU que "si la guerra se extiende a Europa, USA esta vez no se libraría": "Atacaremos los centros de decisión". Es un aviso para navegantes que entienden muy bien los militares, los profesionales, los que conocen muy bien los terribles arsenales que existen, pero del que no son conscientes los que ya están ga, ga, los oportunistas y los que están en la cuerda floja por todas las locuras que han estado haciendo. Serán dos meses de infarto. Que Dios nos coja confesados.    

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