Si Yolanda Díaz piensa
que cargarse a Irene Montero y a Pablo Echenique, sin rectificar en nada y
pensando en seguir haciendo las mismas políticas, significa echar por la borda
el lastre que sobraba y que ahora su coalición electoral subirá como un globo
hacia las nubes, se va a equivocar. Muchos españoles que votaban a IU y luego a
UP están muy enfadados, pero no solo por las leyes del feminismo totalitario que criminalizan a los hombres y santifican en todos los casos el relato de las
mujeres o por el adoctrinamiento LGTBI de los niños en las escuelas, también por
todo lo que ha abrazado esta pseudoizquierda que, como diría Alfonso Guerra, ya
no la conoce ni la madre que la parió. Se ha pasado de ser el partido de los
indignados al partido que más ha indignado. El hito es para resaltar. Todo el
mundo tiene claro que, en un gobierno de coalición, sobre todo si en él eres la
parte minoritaria, hay que tragar sapos, UP y sus votantes, lo sabían desde el
principio, pero hay cosas por las que una izquierda real, la de toda la vida,
no puede pasar, no creo necesario listarlas, las hemos visto todos con nuestros
ojitos. Mucha gente de izquierdas empieza a sospechar que esos sapos enormes que sus líderes se han tragado han sido engullidos gustosamente o, como mínimo, que han primado más los intereses
personales que los principios. Ni una sola vez se ha puesto a Sánchez en el
brete de amenazar con romper el Gobierno si hacía alguna de las cosas que ha
hecho, y yo no creo que permanecer en el Ejecutivo, a toda
costa, fuera lo mejor.
Las elecciones
autonómicas y municipales han puesto en su sitio a los dirigentes de Podemos,
los han bajado del guindo a la tierra, se acabó el mundo de Yupi. Si hubieran
acudido en solitario a las elecciones generales sus diputados, en el mejor de
los casos, se contarían con los dedos de las manos. Sumar era su único
salvavidas, y Yolanda Díaz se ha aprovechado de la necesidad de Podemos de
salvarse con la crucifixión pública de Irene Montero, a la que aplaudió a
rabiar y cuyas estúpidas políticas en ningún momento ha cuestionado. En el PSOE
tampoco cuestionaron las ocurrencias de Irene Montero, que tienen muy poco
de rojas y mucho de estadounidenses, porque enlazan con esa dictadura cultural que se está imponiendo en todo Occidente y que tantos comparten, solo alguna, como Carmen Calvo, mantuvo, con su abstención,
la dignidad del feminismo clásico. Irene Montero y Pablo Echenique han caído en
desgracia, se han ganado a pulso su defenestración, por si dar muy buena munición a
la derecha y a la ultraderecha para atacarlos no hubiera sido suficiente, pero
la purga no ha ido acompañada de ningún cambio programático, de ninguna
autocrítica, solo de cambio de liderazgos y alianzas, pensando que solo una
cara en la papeleta puede ganar elecciones, evitando esta vez la abstención de tus propios votantes. Craso error.
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