jueves, 9 de mayo de 2019

ASTURIAS EN PELIGRO


Más de dos veces se ha tenido que jugar Asturias la vida en una partida, se equivocaba Víctor Manuel, eso sí, siempre se la jugó, la mayoría de las veces no por deseo propio. Es falso eso de que somos una región invicta, muchas veces hemos perdido, pero nadie nos podrá discutir que siempre hemos luchado: hemos luchado contra los romanos, contra el Califato de Córdoba, contra los franceses, contra la República, contra Franco y, en nuestra lucha más épica, contra nosotros mismos. Ahora Asturias se encuentra otra vez en una encrucijada histórica y otra vez a nuestro pesar. O preparamos las hondas, enristramos las lanzas y disparamos las saetas, como cuando Pelayo, o nos aplastarán.
Históricamente, Asturias ha sido una región pobre, una región poco poblada, de minifundios, de caseríes, aislada tradicionalmente con la Meseta. Ahora nos quejamos de que estamos mal comunicados, y es cierto, pero hace siglos estábamos casi incomunicados. De aquella incomunicación, no solo física, de aquellos minifundios y de aquellas ciudades y villas, que eran poco más que aldeas, era un milagro que surgieran hombres como Gaspar Melchor de Jovellanos, era un milagro que tuviéramos alguna influencia en España y en el mundo. La revolución industrial y, en concreto, la industria extractiva del carbón llegaron a Asturias para perjudicarnos. Aquellos campesinos que vivían de media docena de gallinas, cuatro vacas, dos sacos de patatas y un poco de maíz cambiaron la casería por la mina y allí dejaron su salud, y muchos su vida, para que se lucraran con su sacrificio los ingleses. La historia más reciente de Asturias, y sus más crudos dramas, está íntimamente relacionada con el carbón, sin él no hubiera habido ni la revolución del 34, ni tantos huérfanos, ni tantos silicosos  ni tanto desfilfarro de fondos públicos, ni la descarbonización a la que ahora asistimos ¡maldito carbón! Junto a la industria del carbón apareció en Asturias también la industria del acero, antes siempre iban de la mano. Empresarios asturianos y foráneos explotaron durante décadas una industria primaria, con muy poco valor añadido, que, como la minería de la hulla, tenía sus días contados. Asturias estaba condenada a volver a los minifundios y a la emigración a Cuba o a Argentina. Pero, hete aquí que entonces llegó papá Estado para salvarnos. El régimen franquista, aislado internacionalmente, necesitaba el carbón asturiano, así apareció HUNOSA, no importaba que su explotación en rampas inclinadas a mucha profundidad resultara carísima y que hubiera muchos muertos, para eso, para los huérfanos de la minería, construyó José Antonia Girón de Velasco la Universidad Laboral de Gijón, en principio un orfanato minero. A principios de los años 60, ante el inminente colapso económico de España, el entonces presidente del Gobierno, Carrero Blanco, encargó a un protegido suyo, que ya había hecho una brillante reforma en la administración pública, Laureano López Rodó, que salvara a España de la quiebra. López Rodó se hizo cargo de la Comisaría del Plan de Desarrollo, que luego sería elevada a ministerio, y desde allí acometió tres Planes de Desarrollo, copiados de los planes quinquenales soviéticos, que sacarían a España de la Edad Media y la pondrían entre las naciones desarrolladas. Fue entonces cuando se creó el INI (Instituto Nacional de Industria) que sería el mayor grupo industrial de España durante decenios. En aquella coyuntura se creó una buena parte de la industria siderúrgica que hoy sobrevive en Asturias, en parte totalmente nueva y en parte que recogía otras, ya obsoletas, antiguas. Pero, papá Estado se fue y nos dejó otra vez en manos de empresarios extranjeros, de los burócratas de Bruselas y de nuestros propios errores. Este es nuestro drama. Tenemos muy poca fuerza, como Pelayo en Covadonga, y solo seis diputados, nos queda nuestra determinación y nuestra lucha. De nosotros, de nuestra unidad al margen de partidismos e ideologías y ¿quién sabe? de otro milagro, depende salir, no ya victoriosos, al menos, adelante.

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