miércoles, 5 de septiembre de 2018

"CISNE NEGRO"


Los cisnes, esos animales tan bellos, han servido de coartada para cuentos infantiles, como “El patito feo”, y caen a todo el mundo simpáticos, pero a mí siempre me dieron miedo, no solo los cisnes de verdad, que pueden ser bastante agresivos en determinadas circunstancias, sobre todo los cisnes usados como alegoría.  Los rusos llaman al Túpolev TU-160, el bombardero supersónico con alas en geometría variable más grande y potente de la Historia, “Cisne Blanco”. A este bombardero estratégico lo hemos podido ver lanzando misiles de crucero sobre los terroristas del Estado Islámico y del Frente Al Nusra en la Guerra de Siria o haciendo unas visitas de cortesía (en realidad, para decir aquí estoy yo) en Venezuela y Brasil. Pero, por si no infundía ya suficiente respeto, el TU-160 ha sido sometido a un programa de modernización, con nuevos equipos, nuevos motores y nueva aviónica, que ha dado a luz a la variante M2, cuya primera unidad ya ha salido de los hangares y que puede portar hasta 45 toneladas de armamento y alcanzar la velocidad de 2.300 Km/h. Pero, el cisne alegórico que me da más miedo (ni soy del ISIS ni creo que Putin tenga nada contra mí) es el “Cisne Negro”, así se llama a un hecho sorprendente e impredecible cuyas consecuencias cambian la Historia. Afortunadamente los “Cisnes Negros” son muy escasos y ocurren con muy poca frecuencia, aunque casi siempre son catastróficos, sea para el medio ambiente, para la economía o para la vida de las personas. Injustamente se ha denominado “Cisnes Negros” a acontecimientos que sí han cambiado la Historia, pero que es falso que no estuvieran previstos, me refiero, por ejemplo, al estallido de la burbuja financiero inmobiliaria, que varios reputados economistas habían anunciado con años de antelación, y podría citar otros muchos. El día que estalle la burbuja de la Deuda también nos dirán que es otro “Cisne Negro” y todos sabemos que acabará estallando.
Al contrario que la videncia, que es una patraña, la futurología es una ciencia. Los que echan las cartas y los que dicen ver el futuro en una bola de cristal no adivinan nada, pero los futurólogos suelen predecir con acierto muchos acontecimientos, simplemente haciendo una proyección en el tiempo de los datos actuales. El problema de los “Cisnes Negros” es que solo unos pocos saben que van a suceder y no lo dicen o que no lo sabe nadie. Nadie habría previsto hace 65 millones de años, si en aquel tiempo hubiera humanos sobre la Tierra, que iba a caer un meteorito, como nadie pudo prever el tsunami de 2.011, que arrasó países enteros y que algunos denominaron como “el mayor de la Historia”, cuando no demasiados años antes, en 1.964, en  Alaska, hubo otro que provocó olas de más de 500 metros de altura. Los pocos que a veces saben que va a suceder un “Cisne Negro” la mayoría de las veces no lo pueden o lo quieren  trasmitir porque o bien es una corazonada sin base científica alguna, que todo el mundo se tomaría a guasa, o porque esperan sacar algún rédito de él. Registrar en Internet, sirva como ejemplo, las siglas BBVA, cuando el BBV y Argentaria todavía no se había unido, puede ser una corazonada y un ejercicio de futurología que a alguno hizo millonario. Pues lo mismo sucede, pero a escala dramática, con la mayoría de los “Cisnes Negros”.
Aún no hemos tenido ningún “Cisne Negro” en los que llevamos de siglo XXI, pero los habrá.  Como siempre ha sucedido, habrá acontecimientos tremendos que nos dirán que nadie había previsto y con los que nadie contaba, pero cuyas causas estaban ahí, pudriéndose delante de nuestras narices, para el que quisiera verlas. Levante usted la vista al cielo y descubrirá a esas grandes aves volando sobre su cabeza.

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