Los cisnes, esos animales tan
bellos, han servido de coartada para cuentos infantiles, como “El patito feo”, y
caen a todo el mundo simpáticos, pero a mí siempre me dieron miedo, no solo los
cisnes de verdad, que pueden ser bastante agresivos en determinadas
circunstancias, sobre todo los cisnes usados como alegoría. Los rusos llaman al Túpolev TU-160, el bombardero
supersónico con alas en geometría variable más grande y potente de la Historia,
“Cisne Blanco”. A este bombardero estratégico lo hemos podido ver lanzando
misiles de crucero sobre los terroristas del Estado Islámico y del Frente Al
Nusra en la Guerra de Siria o haciendo unas visitas de cortesía (en realidad,
para decir aquí estoy yo) en Venezuela y Brasil. Pero, por si no infundía ya
suficiente respeto, el TU-160 ha sido sometido a un programa de modernización,
con nuevos equipos, nuevos motores y nueva aviónica, que ha dado a luz a la
variante M2, cuya primera unidad ya ha salido de los hangares y que puede
portar hasta 45 toneladas de armamento y alcanzar la velocidad de 2.300 Km/h.
Pero, el cisne alegórico que me da más miedo (ni soy del ISIS ni creo que Putin
tenga nada contra mí) es el “Cisne Negro”, así se llama a un hecho sorprendente
e impredecible cuyas consecuencias cambian la Historia. Afortunadamente los “Cisnes
Negros” son muy escasos y ocurren con muy poca frecuencia, aunque casi siempre
son catastróficos, sea para el medio ambiente, para la economía o para la vida
de las personas. Injustamente se ha denominado “Cisnes Negros” a
acontecimientos que sí han cambiado la Historia, pero que es falso que no
estuvieran previstos, me refiero, por ejemplo, al estallido de la burbuja
financiero inmobiliaria, que varios reputados economistas habían anunciado con
años de antelación, y podría citar otros muchos. El día que estalle la burbuja
de la Deuda también nos dirán que es otro “Cisne Negro” y todos sabemos que
acabará estallando.
Al contrario que la videncia, que
es una patraña, la futurología es una ciencia. Los que echan las
cartas y los que dicen ver el futuro en una bola de cristal no adivinan nada,
pero los futurólogos suelen predecir con acierto muchos acontecimientos, simplemente
haciendo una proyección en el tiempo de los datos actuales. El problema de los “Cisnes
Negros” es que solo unos pocos saben que van a suceder y no lo dicen o que no
lo sabe nadie. Nadie habría previsto hace 65 millones de años, si en aquel
tiempo hubiera humanos sobre la Tierra, que iba a caer un meteorito, como nadie
pudo prever el tsunami de 2.011, que arrasó países enteros y que algunos
denominaron como “el mayor de la Historia”, cuando no demasiados años antes, en
1.964, en Alaska, hubo otro que provocó
olas de más de 500 metros de altura. Los pocos que a veces saben que va a
suceder un “Cisne Negro” la mayoría de las veces no lo pueden o lo quieren trasmitir porque o bien es una corazonada sin
base científica alguna, que todo el mundo se tomaría a guasa, o porque esperan
sacar algún rédito de él. Registrar en Internet, sirva como ejemplo, las siglas
BBVA, cuando el BBV y Argentaria todavía no se había unido, puede ser una
corazonada y un ejercicio de futurología que a alguno hizo millonario. Pues lo
mismo sucede, pero a escala dramática, con la mayoría de los “Cisnes Negros”.
Aún no hemos tenido ningún “Cisne
Negro” en los que llevamos de siglo XXI, pero los habrá. Como siempre ha sucedido, habrá
acontecimientos tremendos que nos dirán que nadie había previsto y con los que
nadie contaba, pero cuyas causas estaban ahí, pudriéndose delante de nuestras
narices, para el que quisiera verlas. Levante usted la vista al cielo y
descubrirá a esas grandes aves volando sobre su cabeza.
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