viernes, 13 de septiembre de 2019

LA ÚLTIMA FECHORÍA DE MARIO DRAGHI

Cuando apareció el dinero solo existían las monedas, que solían ser de bronce, plata y hasta de oro. No era práctico llevar encima cien gallinas para comprar con ellas una vaca. Pero, aquel dinero tenía valor, el de los metales con los que se habían acuñado las monedas. Con el paso del tiempo, los reinos y los imperios se dieron cuenta de que podían acuñar monedas cuyo valor nominal fuera superior al valor del material con que estaban hechas, bastaba que la cara del emperador o del rey figurara en los denarios, en los roblones o en los maravedíes para darle legitimidad y confianza a la fechoría.  Tuvieron que pasar siglos y suceder acontecimientos dramáticos que esquilmaron las arcas de las naciones, como grandes y costosas guerras, para que los Estados-nación fueran un paso mas allá e inventaran el papel moneda, es decir, un pagaré que decía que el reino, la república tal o cual, o que el Banco Central de donde fuera pagaría al portador una cantidad de monedas. Pero, entonces se dijeron, si lo único que sustenta  el papel moneda es la confianza, y tenemos esa confianza, aprovechémonos aún más de ella, y los bancos centrales y los Estados se sacaron de la manga unos nuevos billetes, un nuevo papel moneda, que ya no pagarés, donde, como los euros, no pone en ningún sitio que al portador  le darán algo por ellos. Pues bien, con este papel moneda, que la máquina de hacer billetes no cesa de imprimir a destajo, va  a comprar el BCE (Banco Central Europeo) 20.000 millones de euros al mes de Deuda de los Estados hasta no se sabe cuando, esta es la última decisión del todavía presidente del BCE, Mario Draghi, antes de retirarse ¿Por qué no compran esta Deuda los inversores particulares o los fondos de inversión, por qué no compran esta Deuda los bancos? pues no la compran por varias razones, pero la fundamental es que han perdido la confianza, no solo en su rentabilidad, incluso en que la puedan cobrar. Los Estados y sus bancos centrales están atemorizados con la amenaza de las llamadas criptomonedas, porque piensan que entonces el gigantesco tinglado piramidal se les puede venir abajo, pero yo no creo que este dinero virtual logre ganar la confianza de la gente y ya habrá descubierto usted, a estas alturas de la película, que en eso se basa todo. La verdadera amenaza es otra, que algún Estado decida que volvamos al trueque, a cambiar las gallinas por una vaca, o la fuerza de trabajo por bienes y servicios, pero en plan moderno, que algún Estado decida cargarse el papel moneda e introducir el dinero de plástico, una tarjeta, como única forma de pago, una tarjeta con su nombre y apellidos que no se podría multiplicar. Esa es la razón fundamental de que, siendo obvio que así se acabaría con el fraude fiscal, por ejemplo y entre otras cosas, a ningún Estado, endeudado hasta las cejas, se le ha ocurrido siquiera tomar esta decisión. El problema es que puede haber un acontecimiento con el que nadie cuenta que puede hacer perder la confianza a los ciudadanos en el papel moneda, sería una catástrofe, pero ya hay precedentes ¡que se lo pregunten a los argentinos! entonces no encontraría usted a los responsables de esa catástrofe, a los que llevan mucho tiempo engañando a la gente, ni debajo de las piedras.

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