Con el nombre de “Trueno del
Norte” se están desarrollando en Arabia Saudí unas maniobras militares de una
magnitud antes nunca vista. 20 países suníes, entre los que se encuentran todos
los regímenes feudales de la Península Arábiga, han desplegado allí 350.000
hombres, 2.500 aviones, 450 helícópteros y 20.000 vehículos, muchos de ellos blindados.
Dirige el evento el ministro saudí de Defensa, el príncipe sustituto Mohammad Bin
Salman, de 29 años, que muchos analistas ya han bautizado como el hombre mas
peligroso del mundo. Salman se estrenó en su cargo bombardeando e invadiendo Yemen,
al margen de la legalidad internacional, y causando miles de víctimas entre la
población civil. El ministro de Defensa saudí es uno de los mas radicales y
retrógrados de la pléyade de hermanos, primos y demás familia que gobiernan con
mano de hierro el país que empezó el año decapitando a 46 personas. Hay quien dice que sus ideas no se diferencian en nada
de las de los asesinos del Estado Islámico y Al Qaeda y que su ambición, que ya
empieza a preocupar hasta al príncipe heredero, no tiene límites.
Arabia Saudí, Qatar, Turquía y los
países occidentales que, hipócritamente, estaban detrás de los terroristas en
Siria, están desesperados ante la que cada vez se ve mas cercana victoria del
Ejército Árabe Sirio sobre los mercenarios yihadistas, que tenía salario fijo a
cargo de las monarquías feudales que oscilaba, según las fuentes, entre los
1.400 y 1.600 dólares al mes. Turquía, que ha estado bombardeando a los kurdos
en el Norte de Irak desde hace meses y cuyas tropas se niegan a abandonar ese país,
como les ha exigido el Gobierno iraquí, también ha atacado Siria estos días. Desde
su territorio ha bombardeado los objetivos que le han venido en gana del país
vecino, incluidos hospitales y escuelas, y, en el colmo del cinismo, a través
de su agencia oficial de noticias, ha echado la culpa a la aviación rusa. Sin
embargo, Médicos sin Fronteras ya sabe que los fragmentos de bombas encontrados
entre los escombros no pertenecen a bombas de aviación, sino a obuses de 155
mm. de fabricación norteamericana como los que tiene Turquía.
Se han quitado la careta
definitivamente. Las mayores dictaduras de la Tierra, donde la democracia
brilla por su ausencia, quisieron demonizar al presidente sirio Al Assad y
hacerse con Siria, siguiendo el mismo manual que el que utilizaron en Libia. La
cosa les salió mal, por la determinación del ejército y del pueblo sirio, por
el veto ruso y chino en el Consejo de Seguridad de la ONU, para impedir la
agresión de la OTAN, y por la intervención de la aviación rusa, a petición del
Gobierno legítimo del país, y su decisiva contribución en el desarrollo de los
combates.
El presidente ruso, Vladimir
Putin, que se entrevistó hace unos meses con el ministro de defensa saudí,
quiso observar y escuchar en primera persona al mas radical de la dinastía Saud
y hacerle entrar en razón, pero, todo parece indicar que no ha sido posible.
EE UU y sus aliados occidentales están
jugando con fuego, no solo por apoyar a grupos y regímenes criminales que son
una amenaza para la paz mundial, también por jugar una partida de ajedrez muy
peligrosa. Han parado los pies a Turquía para que no invadiera Siria,
implicando a la OTAN en una guerra contra Rusia, pero han azuzado a los saudíes
y sus amigos, a los que ya habían armado hasta los dientes, para invadir un
país soberano sin el obligado mandato del Consejo de Seguridad de la ONU.
El primer ministro ruso, Dmitri
Médvedev, tuvo palabras muy duras en la Conferencia de Seguridad de Múnich advirtiendo
de que ya estamos en otra Guerra Fría y que algunos están empeñados en llevar
al mundo a la tercera conflagración mundial, que sería la última. Pero, parece
que no lo han entendido.
Foto: El ministro saudí de Defensa,
Bin Salman, con el dictador egipcio, general Al Sisi.
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