El día 6 de febrero fue
encontrado un cuerpo semidesnudo tirado en una cuneta de la carretera que une El
Cairo con Alejandría, se trataba del estudiante italiano Giulio Regeni, de 28
años, que estudiaba en la universidad británica de Cambridge y había llegado en
septiembre a Egipto para completar la tesis que estaba haciendo sobre el
movimiento sindical egipcio. Aunque las autoridades egipcias afirmaron que
había sufrido un accidente de tráfico, la autopsia reveló que había muerto a
causa de terribles torturas, en concreto había sufrido mutilaciones en nariz y
orejas, siete costillas rotas, los genitales electrocutados, uñas de manos y
pies arrancadas y quemaduras sistemáticas con cigarrillos. La causa de la
muerte, en verdad, había sido una hemorragia cerebral tras cuatro días de
agonía.
El asesinato del estudiante
italiano no es una macabra singularidad, al contrario, es el pan nuestro de
cada día que sufren en Egipto los opositores al régimen del golpista Abdelfatah
Al Sisi, que después de echar abajo al Gobierno elegido democráticamente en las
urnas, ha cubierto el país de sangre, como antes había hecho el sátrapa Hosni Mubarak.
Llama la atención que los países de la OTAN cuestionen todos los días el
régimen sirio y sin embargo compadreen con los que gobiernan Egipto o Arabia Saudí,
que inauguró el año decapitando a 46 personas.
Gilio Regeni había desaparecido
el día 25 de enero, cuando se dirigía en metro al mercado de Bab-al-Louk, donde
había quedado con un amigo. Todos en Egipto saben que el crimen es obra de los
servicios secretos, del Ministerio del Interior o de las bandas de asesinos que
trabajan para el régimen. Los psicópatas a sueldo no han querido hacer
desaparecer el cadáver, sino que todo el mundo sepa lo que les sucede en Egipto a
los que luchan por la democracia.
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