Con el líder cubano, el general
de Ejército Raúl Castro, como anfitrión, se reunieron hoy en La Habana el Papa
Francisco y el Patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, Kirill. Es un encuentro
histórico después de un cisma de casi mil años, pero, sobre todo, es un
encuentro necesario.
Decía el Premio Nobel de
Literatura, Gabriel García Márquez, que no hay mejor lugar en el mundo para
negociar o para conspirar que La Habana, pero no nos explicó porqué. ¿Será por
el benigno clima de la capital de Cuba? ¿será por la amabilidad de los cubanos?
¿será por esos magníficos daikiris, con ese ron y esa lima, que solo se pueden
beber allí? En cualquier caso, estoy seguro que ninguno de esos motivos es el
que ha influido para que los dos jefes del cristianismo hayan tomado un avión y
se hayan desplazado a miles de kilómetros, a una lejana isla caribeña, para
encontrarse, igualmente que las FARC y el Gobierno de Colombia tampoco negocian en La Habana por eso.
Si Cuba guarda sorpresas para el
que no la conozca, como tener una catedral ortodoxa, la de Nuestra Sra. De
Kazán, también a muchos les llamó la atención que Raúl Castro, tras su primera
entrevista con Francisco en el Vaticano, manifestó que había quedado tan
gratamente impresionado por las cosas que le había dicho el Papa que tendría
que volver a ir a misa. Aquellas no eran palabras vacías y los frutos de
aquella sintonía y de los esfuerzos de la diplomacia vaticana alumbrarían un
acuerdo, también histórico, entre Cuba y los EE UU, que fue el principio del
fin de largos años de disputas y desencuentros. Pero es que, además, aunque
algunos no se lo crean, la visión política y estratégica del mundo y la
importancia que dan a algunos valores, tienen muchos puntos en común entre los
tres mandatarios. Esas son razones de mucho mas peso que poder tomarse un
daikiri en la Bodeguita del Medio.
El Papa Francisco y el Patriarca
Kirill, además de confraternizar y estrechar lazos, discutieron problemas
similares para ambas ramas de la Iglesia. Ha trascendido que su principal
preocupación es la situación de extrema gravedad que padecen las comunidades
cristianas en algunas partes del mundo, en particular donde hay conflictos con implicación
de los grupos yihadistas. Las comunidades cristianas en las zonas de Siria e
Irak en poder del Estado Islámico, el Frente Al Nursa y otros grupos criminales
están padeciendo atrocidades que en nada se diferencian de las sufridas en los
circos romanos. Pero algo parecido está pasando en el Magreb, el Sahel y otras
zonas de África. También hay Gobiernos, como el chino y el israelí, que no
están haciendo lo debido para salvaguardar los derechos de las comunidades
cristianas. Y cuando hablamos de
comunidades cristianas no nos referimos solo a los creyentes, también a los que
comparten sus tradiciones, su cultura y sus valores.
La fuerza de las Iglesias
católica y ortodoxa y su capacidad de mediatizar para que los Gobiernos tomen decisiones
cabales está en su influencia sobre cientos de millones de personas, en Oriente
y Occidente, y, por ende, en su influencia política. La Habana es un buen lugar
para ponerse de acuerdo.
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