El Estado que conocemos es
producto de la evolución de la sociedad humana. Si el Homo Sapiens apareció
sobre la Tierra hace unos 190.000 años, no fue hasta épocas relativamente recientes,
hace unos pocos miles de años, que los humanos pasaron de la tribu al
feudalismo y al Estado Nación. La teoría económica está íntimamente relacionada
con el análisis histórico y no se puede entender una cosa sin la otra. Es
imposible, por ejemplo, explicar porqué se pasó de una sociedad matriarcal, la
que hubo durante la mayor parte de la historia humana, donde en algunas tribus
ni siquiera existía la palabra padre, a una sociedad patriarcal si no tenemos
en cuenta los cambios económicos y sociales que la aparición de la agricultura
y la ganadería, es decir, el paso del nomadismo a los asentamientos
permanentes, impusieron.
Seguramente, después del lenguaje,
la sociedad basada en una organización estatal sea el rasgo mas importante de
la inteligencia humana. En el reino animal hay algunas otras especies que
tienen cosas parecidas, como las abejas y las hormigas, pero a otra escala y,
ni de lejos, con el nivel de desarrollo
y complejidad del Estado de los humanos. El Estado-Nación que conocemos tiene
sus luces y sus sombras. No hubieran sido posible ni el colonialismo ni el
imperialismo si no hubieran existido Estados poderosos y tampoco habrían sido
posibles dos guerras mundiales. Pero, sin el Estado tampoco se podrían organizar
sociedades de decenas o incluso de cientos de millones de personas, ni se
podría haber ido a la Luna. Los anarquistas tienen otra opinión sobre este asunto,
pero a mi nunca me convenció Bakunin.
Hasta no hace mucho tiempo casi nadie
discutía la necesidad de organizar las sociedades humanas sobre la base del
Estado. Los liberales continuamente lo cuestionaban, pero eran los primeros en
utilizarlo y para los marxistas era el instrumento del poder del Pueblo. Los
bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno y acabaron con los zares, pero no
se plantearon acabar con el Estado, sino todo lo contrario.
Actualmente hemos llegado a un
punto en que, por primera vez en mucho tiempo, empieza a estar en peligro el
Estado-Nación que conocemos, uno, porque la globalización de la economía tiene
una influencia directa sobre la forma social y, otro, porque los Gobiernos han
hecho unas políticas económicas que lo ponen en un brete. Otra vez, como cuando
vivíamos de la caza y la recolección, en una tribu, la economía dibuja y
construye la organización social.
Ya es una evidencia que el Estado-Nación se ha quedado anticuado. Han surgido organismos supranacionales como
respuesta a la globalización, pero, como hemos visto en la UE, solo han tenido
alguna utilidad en lo económico, pero han fracasado estrepitosamente en lo
político. En el primer asentamiento agrícola humano se decidió sembrar, esa era
una decisión económica, pero también hubo que decidir qué sembrar, cómo y de
que forma se repartiría el trabajo y la cosecha y eso era una decisión política.
El Estado está mediatizado por la economía, pero lo dirige la política.
El Estado va a sobrevivir, porque
el sistema económico global y la propia supervivencia del Planeta y de la
Humanidad lo necesitan, pero ya no será el Estado-Nación actual, sino un nuevo
ente acorde con los tiempos y con el desarrollo humano. Entretanto, bien
haríamos en hacer todo lo posible por sostener el que tenemos, porque será el
ladrillo con el que tendremos que construir la nueva casa.
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