Los programas de los partidos políticos
españoles están hechos para no ser cumplidos. Cualquier disculpa es buena para
ello, unos dirán que porque se lo impidieron las cuentas que no conocían de la
herencia recibida (que se lo cuenten a Gallardón) y otros, cuyos principios son
como los de Groucho Marx, porque firman acuerdos que se parecen muy poco o nada
a lo que prometían en campaña electoral. En este sentido, yo estoy
completamente seguro que poquísima gente ha leído el documento de 66 páginas
que firmaron Pedro Sánchez y Albert Rivera, pero, eso sí, se permiten opinar alegremente
del asunto, acusando a los “perroflautas” que dirige “el coletas” de no querer sumarse
a un pacto que (lo dice al final del documento, para que sea menos llamativo) plantea
la subida de solo un miserable 1% del Salario Mínimo Interprofesional (como el
PP) que sea el Estado, con dinero público, el que complemente los salarios mas
bajos, o que los trabajadores se paguen su propio despido. En ese documento no
aparece por ninguna parte algo muy importante del programa electoral
socialista, que la diputada por Asturias, Adriana Lastra, llevó como bandera
para pedir el voto: la prohibición de la prostitución en España.
La prostitución es uno de los
graves problemas que tiene este país y que nunca sale en las encuestas del CIS,
como el problema gitano, por ejemplo. A nadie parece importarle que mas de
400.000 mujeres sean explotadas por las mafias en España y que mas de 800.000
personas, una etnia completa, vivan principalmente de los salarios sociales y
muchos también de actividades al margen de la Ley. Sobre estos asuntos no se ha
corrido un telón de acero, sino la cortina de la vergüenza. ¿Ha visto usted a
las feministas de pacotilla salir a la palestra defendiendo a esas mujeres
esclavizadas? ¿ha visto usted a las descerebradas de Femen manifestarse puño en
alto y pechos al viento, enrabietadas, en La Junquera ante el mayor prostíbulo
de Europa? ¿ha visto usted a los/as que dicen defender a las mujeres poner el
grito en el cielo ante matrimonios de niñas y la ceremonia del pañuelo? Yo
tampoco.
Cuando se habla de actuar sobre
la prostitución, una actividad que en España se mantiene en un limbo legal,
enseguida salen a relucir dos posturas, pues nadie puede sostener que el asunto
hay que dejarlo como está: una, que defiende su legalización, como en Holanda,
donde las prostitutas se pueden ver en los escaparates como si fueran una
mercancía, y, otra, que aboga por su prohibición, como en Suecia y en Francia.
Suecia prohibió la prostitución en 1.999 y el Gobierno de Hollande, con el
apoyo unánime de todos los grupos de izquierda, también la ha prohibido en Francia,
estableciendo multas de 1.500 euros para los clientes y de 3.750 euros si son
reincidentes.
La prostitución, no lo olvidemos,
en un gigantesco nicho de negocio que mueve muchísimo dinero, por tanto, no
debe extrañarnos que la idea de legalizarla nada tiene que ver con acabar con
las mafias, con la trata de blancas y con la explotación miserable de centenares
de miles de mujeres, sino con hacer aflorar una actividad económica que provea
del dinero mas sucio del mundo a las arcas del Estado.
Conviene recordar este terrible
drama ahora que algunos se llenan la boca hablando de cambio.
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