Terminada, aunque no del todo, la
Guerra Fría, el miedo a un apocalipsis nuclear ha desaparecido como una de las
mayores preocupaciones de los ciudadanos. La “crisis de los misiles cubanos”, algunas
películas de Hollywood y aquel enfrentamiento a cara de perro entre dos formas distintas
de ver el mundo consiguieron que durante varias décadas del pasado siglo mucha
gente temiera una guerra nuclear, que sería la última de la Humanidad. En los
EE UU incluso muchos ricos se construyeron su propio refugio nuclear, algo tan absurdo, si se llegara a una hecatombe así, como escoger
entre morir al contado o en cómodos plazos, porque la radiación, la lluvia
radioactiva, el desastre climático, y, sobre todo, la contaminación por
partículas residuales mortales, harían la vida imposible durante siglos o
milenios, sino para siempre, en la Tierra.
Los EE UU y Rusia llegaron a un
acuerdo para reducir sus armas nucleares, sobre todo de misiles
intercontinentales y de alcance medio, pero ese acuerdo estaba destinado mas a
destruir algunos vectores ya obsoletos y a disminuir riesgos que a un sincero
propósito de avanzar hacia el desarme nuclear. Hay, sin embargo, factores
nuevos inquietantes que, lejos de disminuir el peligro de las armas nucleares,
lo incrementan. La Iniciativa de Defensa Estratégica, la popularmente conocida
como “Guerra de las Galaxias”, fue una de las políticas belicistas mas queridas
por el que fuera presidente de los EE UU, Ronald Reagan; tenía tres fases de
desarrollo y despliegue: la primera, de poderosos radares y sistemas de
detección, la segunda, de sistemas de interceptación basados en tierra, en
buques de la NAVY o en cazas, en concreto los F-15, y, la tercera, con armas
instaladas en órbita terrestre, como potentes cañones electromagnéticos o láser
de inducción nuclear. Las dos primeras fases ya son plenamente operativas. A la
opinión pública se le vendió el Sistema Antimisiles como algo bueno que les defendería
de los misiles nucleares de Corea del Norte y de Irán, pero este despliegue
armamentístico está pensado para poder asestar un primer golpe nuclear
minimizando la respuesta y sus objetivos son Rusia y China. No está orientado,
por supuesto, el despliegue de componentes esenciales de la IDE en Europa (algunos
en Polonia) para destruir en vuelo los misiles de Corea del Norte o Irán. El
Sistema Antimisiles, por tanto, no es un sistema defensivo, sino ofensivo,
destinado a amenazar la soberanía de otros países convenciéndoles de que una
respuesta nuclear no serviría de nada. El equilibrio del terror se ha querido
sustituir por el desequilibrio del terror. Rusia y China han reaccionado de
distinta forma. Una de las primeras órdenes de Vladimir Putin fue modernizar el
armamento estratégico ruso y desplegar lo antes posible nuevos sistemas que
hicieran inútil el Sistema Antimisiles norteamericano. Los misiles de alcance
medio desplegados en Kaliningrado están destinados a neutralizar los componentes
de la IDE instalados en Polonia y en este contexto hay que entender también la
resolución rusa en el Este de Ucrania y Crimea, porque era imprescindible
salvaguardar la posición estratégica en el Mar Negro. La incorporación de los
nuevos submarinos estratégicos de la clase 955 “Borey” y de los misiles
intercontinentales R-30 “Bulavá” forma parte de la respuesta rusa. Según los
rusos, los “Bulavá” son prácticamente invulnerables, porque, además de poder
resistir una explosión nuclear y sus pulsos electromagnéticos a solo 500 metros,
tienen vuelo aleatorio, incluidas las etapas de ascenso y descenso, contramedidas
electrónicas, señuelos, etc, y una gran velocidad. Estos misiles, que pueden
llevar hasta 10 ojivas nucleares, también se han instalado en los submarinos
clase 941 U “Akula”. Características similares se han incorporado a los misiles
intercontinentales basados en tierra RT-2UTTH “Topol-M”. China, por el
contrario, al no contar con una tecnología tan avanzada como Rusia, ha basado
su disuasión nuclear en el despliegue masivo, suponiendo que el Sistema
Antimisiles norteamericano no sería capaz de interceptar un lanzamiento de
cientos de misiles, pero multiplicando los riesgos de un error fatal. Por si
esto no diera suficiente miedo, hay otros países con armas nucleares como Corea
de Norte o Paquistán, con regímenes impresentables o con el peligro talibán en
casa, y otras potencias también nucleares como Reino Unido, Francia, India o
Israel.
Mas que nunca, vivimos sentados
sobre un polvorín y un error, una mano terrorista, un ataque informático, o un
loco pueden desencadenar el apocalipsis nuclear en cualquier momento.
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