Ante la gravedad de la situación
económica mundial, provocada por la sobreproducción industrial y de materias
primas, dos países han sido los primeros en reaccionar en serio, Rusia, que ha
llegado a un acuerdo con algunos países de la OPEP para limitar la producción
de crudo y lograr la subida de los precios y China, que ha anunciado algo mas
que un golpe de timón económico. El giro copernicano de la economía china será
beneficioso para la que ya se convirtió el año pasado en la primera economía
mundial, pero puede agravar muy seriamente a otras grandes economías, las de EE
UU, la UE y Japón, que no han podido o no han sabido tomar las medidas que la
situación requería.
La Asamblea Nacional Popular,
formada por mas de 2.000 delegados llegados de todos los rincones de China,
aprobó un nuevo plan quinquenal que acometerá de inmediato un nuevo modelo de
crecimiento económico. La política
económica china ya no estará centrada en las exportaciones y las inversiones en
el exterior, sino en potenciar los servicios y el consumo interno. Dentro de
esta nueva política revolucionaria tendrá un protagonismo especial la nueva
política industrial y energética que, como punto mas llamativo, prevé cerrar
las minas de carbón (no olvidemos que China es el primer productor mundial de
carbón y el que mas reservas tiene) y cerrar también todas las centrales
electrotérmicas que funcionan con hulla. Las grandes cantidades de energía
eléctrica que necesita el país se obtendrán a partir de energías renovables, de
centrales electrotérmicas que consumirán gas ruso y de energía nuclear. China
es el primer país que va a cumplir con creces los objetivos sobre emisiones
acordados en la Cumbre del Clima de París, el gigante amarillo pasará de ser
uno de los países con el aire mas contaminado del mundo a ser el espejo donde
tendrán que mirarse los demás. Algunos hemos defendido con pasión que el cambio
de modelo energético y la revolución verde, lejos de ser un problema económico,
son una oportunidad para nuevos nichos de negocio y para un crecimiento económico
sostenible. Los dirigentes chinos parece que han rectificado y ya comparten esa
idea.
China es un Estado cuyo sistema
político tiene sus peculiaridades, empezando por que no es siempre fácil saber
quien lidera el país. Mucha gente todavía cree que el fallecido Deng Xiaoping,
el de la famosa frase “qué importa el color del gato si caza ratones”, que sacó
a esa gran nación del atraso secular, era el presidente, el primer ministro,
o el secretario general del Partido Comunista, pero solo era el secretario de
la Comisión de Defensa del Comité Central. China la gobierna el PCCh y su líder
no siempre coincide con el cargo de mas relevancia política o institucional.
Ahora no es el caso, porque es precisamente el presidente de la República, Xi
Jinping, el principal impulsor de la nueva revolución china, afianzando los
acuerdos estratégicos (principalmente con Rusia) y dirigiendo con valentía los
cambios radicales que necesita el país.
La nueva política económica china
busca tener menos dependencia del exterior y, sobre todo, mejorar el nivel de
vida de la población, para que el alto nivel de ahorro que ya tienen las
familias se traduzca en un mayor consumo de bienes y servicios. Tras el nuevo programa
económico chino no hay solo palabras, hay ingentes cantidades de dinero público
(se prevé incluso un déficit presupuestario de hasta el 3%) que será la mayor
inversión estatal de la Historia del mundo y que transformará por completo al país mas poblado de la Tierra.
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