Si tratar el asunto de la
inmigración desde una posición crítica ya es un atrevimiento que puede llevar
aparejado que te cuelguen los sambenitos de xenófobo, racista y fascista, me
imagino lo que me puede pasar con el objeto de este escrito. Menos mal que
tengo las espaldas anchas.
Muchos españoles no son
conscientes de toda la dimensión del problema de la inmigración y su opinión
sobre este asunto está muy mediatizada por la tradición histórica y la
ideología. ¿Cómo los de “vente a Alemania, Pepe” y los de la izquierda solidaria
pueden estar contra la inmigración? Son estos prejuicios y múltiples intereses,
gubernamentales, partidistas, de ONGs, etc, los que impiden que los ciudadanos
estén debidamente informados de cual es la verdadera situación de la inmigración
en España y que tengan un criterio ajustado a la realidad.
Ningún país del mundo ha tenido
un flujo inmigratorio tan grande como el de España en los últimos años. Si a
mediados de los años 90 el número de extranjeros residentes en España era de un
millón de personas y suponía un 2,5% del total de la población, a día de hoy es
de unos 7 millones, es decir, mas del 11% del total de ciudadanos. En contra de
lo que se nos ha estado contando la población inmigrante no ha disminuido con
la crisis económica, al contrario, ha seguido aumentando. Si bien es verdad que
una buena cantidad de inmigrantes de Iberoamérica han regresado a sus países de
origen, también lo es que han seguido llegando del Magreb, del África
Subsahariana y de algunos países de la Europa del Este, como Bulgaria y Rumanía,
y de los de la antigua Yugoslavia. Algo que, además, puede enmascarar las estadísticas
es que mas de un millón de extranjeros han conseguido la nacionalidad española,
muchas veces de forma fraudulenta y otras gracias a ocurrencias como la que
aprobó el Gobierno de Rajoy, el mismo que criticó las regularizaciones masivas
de Zapatero, sobre los judíos sefarditas.
Pero, mientras la llegada masiva
de extranjeros los años anteriores a la crisis estaba relacionada con las
políticas especulativas del “ladrillo” y la necesidad del capital de disponer
de mucha mano de obra barata, que presionara a peores condiciones salariales y
laborales al resto de trabajadores, los extranjeros que llegan ahora vienen a
un país con cinco millones de parados a vivir explotados por las mafias
(mendicidad, prostitución, venta ilegal, etc) y de las ubres del Estado merced
a unos salarios sociales y a unas ayudas de las que ni siquiera disfrutan los
españoles. También hay muchos extranjeros que viven del delito, pues se han
dado cuenta que la Justicia en España es muy permisiva. Son famosas las carteristas
bosnias que han sido detenidas y puestas en libertad en mas de 400 ocasiones y
que actúan en el metro de Madrid. Si las cifras son mucho mas elocuentes que
las opiniones siempre subjetivas, baste decir que mientras, como hemos dicho,
la población extranjera en España es de algo mas del 11%, la población
extranjera reclusa hace tiempo que superó el 60% y ya se acerca al 65%. Ni le
cuento lo que sucedería si nuestras leyes fuesen mas duras, por ejemplo que los
robos de menos de 400 euros también fueran delito. Lo peor no es que exista una
altísima población reclusa extranjera, sino que, además, una buena parte lo sea
por delitos muy graves, como robos con violencia, tráfico de drogas,
asesinatos, violencia de género, etc. Raro es el fin de semana sin algún
apuñalamiento y algún muerto por bandas latinas en España.
Estos días hemos visto
manifestaciones de ciudadanos y de algunos responsables políticos sobre el
drama de los refugiados, algunos pedían, sin mas, que España los acogiera.
Muchos de los que ahora están tan compungidos y lloran con lágrimas de
cocodrilo apoyaron la Guerra de Libia y la retirada de nuestro embajador en
Damasco. Por supuesto que no piensan llevar a ninguno de esos desgraciados a
su casa. Pero, ¿adónde creen que han ido los miles de yihadistas que han huido
de los bombardeos rusos y de la ofensiva del Ejército Árabe Sirio en Alepo?
España y el conjunto de la UE han
cometido graves errores, que ahora cuestan muchísimo dinero en servicios
sociales y ayudas millonarias a Turquía, Jordania, etc, y que han propiciado el ascenso de organizaciones
y grupos ultraderechistas que, como hicieron en el pasado con los judíos,
utilizan el problema de la inmigración incontrolada y masiva en su propio
beneficio.
Me parece un comentario lleno de sentido común, aunque sólo sea por la valentía con la que se enfrenta al discurso demagógico de la llamada izquierda radical frente al problema de la inmigración.
ResponderEliminarEn la larga época de bonanza económica (1993 – 2007) llegaron a España muchos inmigrantes de los países del Magreb y de la zona subsahariana; pero, sobre todo, llegaron muchos ciudadanos de los países sudamericanos, atraídos por las facilidades de colocación de mano de obra muy poco cualificada, por el enorme diferencial salarial y de nivel de vida existente entre España y sus países de origen y por el “alto” (lo entrecomillo, porque me gustaría que fuese más elevado) grado de de desarrollo del estado del bienestar, si lo comparamos con el de los países que exportaron mano de obra a España.
Cuando se instauró la larga crisis económica, a partir del segundo semestre de 2007, muchos de esos inmigrantes del área latinoamericana que perdieron su empleo, retornaron a sus países de origen; entre otras razones porque, agotado el derecho a las prestaciones económicas y sociales, carecían del “colchón familiar” que sirvió para que no pocos españoles azotados por la crisis pudiesen sobrevivir a las carencias de nuestro estado de bienestar.
Pero la inmigración continuó llegando a España desde el área subsahariana y, sobre todo, de los antiguos países del “telón de acero”. En este caso, no lo hacían porque en España encontrasen más oportunidades de empleo que en sus países de origen, muchos de los cuales empezaron a verse beneficiados por su condición de nuevos Estados miembros de la UE. Lo hacían porque, si conseguían trabajar, iban a percibir prestaciones por desempleo (en el peor de los casos, de 426 € al mes) que superan con creces a los salarios medios vigentes en países como Rumanía o Bulgaria y porque, en el supuesto de que no encontrasen trabajo podrían beneficiarse de las prestaciones sociales (SSB en el caso de Asturias), inimaginables en los países de los que procedían.
El problema es que el mercado de trabajo cambió drásticamente con la crisis económica. Desaparecieron prácticamente los sectores productivos que empleaban mano de obra escasamente cualificada, pero esos ciudadanos, instrumentalizados muy a menudo por las mafias, permanecen en España con actitud mendicante, cuando no directamente delictiva, y beneficiándose de las prestaciones sociales a las que en ningún modo tendrían acceso en los países de los que provienen.