Si las consecuencias que el apoyo
prestado por el régimen saudí de la familia Saud a los yihadistas y
terroristas, que han llevado la muerte y la destrucción a unos cuantos países,
no fuera suficiente, el régimen feudal ha inaugurado el año con la decapitación
de 47 chiítas, entre ellos el clérigo Nimr Al Nimr, incendiando las ya de por
sí deterioradas relaciones entre las monarquías de la Península Arábiga y
varios países árabes y musulmanes, desde Siria a Irán, desde Líbano a Irak,
desde Yemen a Barhain.
No es la primera vez que advierto
del peligro de compadrear con un régimen tan impresentable como el saudí, pero
los intereses económicos y de una mal entendida geopolítica de Occidente trabajan
en contra de la razón y del sentido común.
Merced a la ceguera de las
potencias occidentales, todo Oriente Medio se ha convertido en un campo de
batalla que todavía puede ir a peor, no nos olvidemos que en esa zona hay algún
país que incluso posee armas nucleares. Con la complicidad de los servicios
secretos de EE UU, Reino Unido y Francia y la vista gorda de los demás aliados
de la OTAN, Arabia Saudí y Qatar han financiado al Estado islámico y grupos de
asesinos como el Frente Al Nusra, provocando centenares de miles de muertos y
heridos y millones de refugiados. Que la cortada fuera acabar con los
dictadores sirio y libio produce consternación a la vista de los acontecimientos.
Pero, además, el ejército de Arabia Saudí intervino a sangre y fuego, durante
la Primavera Árabe, en Barhain, país vecino de mayoría chiíta, pero donde gobierna
otro sátrapa sunita, matando a centenares de personas. También han intervenido
los saudíes en el conflicto de Yemen, dando asilo al depuesto dictador y
bombardeando sin piedad al pueblo yemení. Deberían los hipócritas explicarnos
porque las decenas de muertos de París, por ejemplo, merecen mas lágrimas que
los millones que ellos y sus aliados, los reyezuelos árabes, han provocado,
víctimas de las que nadie en EE UU o Europa se acuerda.
La ejecución de los 47 chiítas y
en especial de Nimr Al Nimr no ha sido una casualidad. Nunca el régimen de los
Saud ha estado tan débil. Internet es la mejor arma de los subversivos y un
levantamiento en la Región Oriental, rica en petróleo, y donde vive la mayoría
del 15% de chiítas de Arabia Saudí, sería desastroso para los intereses
de los déspotas. Al Nimr, que, por supuesto no ha tenido un juicio justo, nunca
apoyó el terrorismo ni la violencia, solo pretendía que se respetaran los
derechos de la minoría chiíta, una minoría que nace bajo el miedo en Arabia Saudí.
Incluso apelaba a la unión de sunitas y chiítas y abogaba por que zanjaran de
una vez sus seculares diferencias. Pero, el mayor peligro para los Saud está en
los extremistas de su propia familia.
Muchos intereses se cruzan en esa
zona del mundo. Seguramente algunos se estarán frotando las manos con una previsible
subida del precio del petróleo (no la estúpida Europa, precisamente) y con los
jugosos contratos de armas que pueden cerrar ante un conflicto de dimensiones
monumentales que, eso sí, se les puede ir de las manos. La gente de la calle no entiende
de estrategias maquiavélicas y no puede impedir que la ira acumulada estalle,
por eso los chiítas han salido a las calles y han quemado la embajada saudí en Teherán.
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