El mandato presidencial de Donald
Trump fue solo un paréntesis en la historia de los EE UU, un paréntesis de las
intervenciones militares y de las guerras patrocinadas y/o precocinadas por el
imperio. Los españoles saben muy bien de lo que hablo, porque la declaración de
guerra de los EE UU contra España, para arrebatarle Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y Guam, fue precedida de una campaña de la prensa amarilla norteamericana y luego
se volaron ellos mismos un acorazado, el “Maine”, en la Bahía de la Habana, con
toda la tripulación dentro, para iniciar las hostilidades. Aquella infamia no
fue un caso singular, porque EE UU sometió a Japón a un embargo comercial
brutal que obligó a los nipones a lanzar una guerra a la desesperada que
perdieron después de que los yankees les lanzaran dos bombas atómicas. Las
patrañas y los embustes son muy queridos por el Pentágono y por la CIA, así
que, con las enseñanzas de lo bien que les salió el montaje contra España,
hicieron lo mismo contra Vietnam, en concreto con un ataque de falsa bandera en
el Golfo de Tonkín. Sin embargo, como todos sabemos, los comunistas
vietnamitas, en una guerra con disponibilidades completamente asimétricas, les dieron las del pulpo,
como antes habían hecho con los franceses y luego harían con los chinos. O sea,
para los que conocemos sobradamente el percal, los cientos de intervenciones militares de los EE UU a lo largo y ancho del Planeta, la pregunta no es si Biden y los suyos van a meter al mundo en otra guerra sino dónde y cuándo.
Mientras algunos barajaban que el próximo conflicto armado podría ser en Irán,
en el Mar de China o entre Venezuela y Colombia, empieza a emerger otra hipótesis mucho más peligrosa y, obviamente, mucho más alarmante para
nosotros los europeos: una guerra total en Ucrania contra Rusia en la que se vería implicada
la OTAN y especialmente la UE. Rusia ya ha tomado buena nota y está reforzando
con tropas adicionales su frontera con Ucrania al tiempo que el Kremlin ya ha
advertido que respondería a una intervención de la OTAN en Ucrania con las
medidas “que fueran necesarias”. Bien harían los escépticos en analizar los precedentes:
“las revoluciones naranja”, la guerra entre Georgia y Osetia del Sur o el apoyo
de la OTAN al golpe del Estado de la Plaza del Maidán contra el presidente
Viktor Yanukovych con el objetivo último de apoderarse de Crimea, de los
radares de alerta temprana que protegen a Rusia de un ataque de la Sexta Flota
y de la Base de Sebastopol, es decir, con el objetivo de tomar el control del Mar Negro, el bajo
vientre de Rusia. Ya vimos todos que Rusia no se dejó intimidar y que respondió
militarmente. Pero, una guerra a mayor escala en Ucrania es otra cosa, y esa
guerra, salvo con la participación masiva de unidades chinas, no la podría
ganar Rusia, que ya no tiene la capacidad en armamento convencional que tenía
la URSS, sin recurrir necesariamente a su arsenal nuclear, que ese
sí es temible. Así que ríanse ustedes del coronavirus (estamos hablando de la
posibilidad horrible de decenas de millones de muertos en menos de dos horas) que no hay
nada más peligroso que un imperio en declive, un imperio endeudado hasta las
cejas y un imperio donde el entramado militar-industrial, con 25.000 fábricas
de armamento, necesita una buena guerra para seguir existiendo. Bueno, para ser
totalmente sinceros, no hay nada más peligroso que un idiota, sobre todo si
para sus locas aventuras cuenta con nosotros, con Europa, como tropa de
vanguardia, como carne de cañón.
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