Que los presidentes y los
ministros tengan asesores es normal en todo el mundo, lo que ya no es tan
normal es que sean tantos y que muchos de ellos no estén capacitados para
asesorar nada, como sucede en España. La pléyade de amigos enchufados como
asesores con salarios de infarto a cargo del contribuyente es enorme en nuestro
país, y nadie se libra de la crítica y de la irritación de los españoles por tamaña fechoría, ni las izquierdas ni las derechas, ni el gobierno central ni
los gobiernos autonómicos, ni siquiera los ayuntamientos. Son muchos los que han hecho de la política
su modus vivendi, pero los que asesoran a los políticos no están sujetos ni a
debates y controles parlamentarios ni a fiscalización intelectual o moral de
ningún tipo, porque a la mayoría de ellos ni los conocemos. Sin embargo, lo más
fuerte de todo, a mi entender, no es que los políticos tengan asesores a
montones, sino que muchos de ellos no solo no pertenecen a la formación
política del conspicuo que asesoran, incluso pueden votar a una formación
política contraria. En esa inmensa masa de sabelotodo hay algunos que sobresalen, porque tienen una larga experiencia
en asesorar a políticos importantes, eso sí, con resultados dispares, con algunos éxitos y con rotundos
fracasos. Los más mediáticos de todos, aunque desearían estar siempre en un
segundo, tercer o cuarto plano, son el asesor personal del presidente del
Gobierno, Iván Redondo, y el de la presidenta de la Comunidad Autónoma de
Madrid, Miguel Ángel Rodríguez. Redondo asesoró al actual alcalde de Badalona,
Xabier García Albiol, al expresidente de la Junta de Extremadura, José Antonio
Monago, y a Antonio Basagoiti, en el País Vasco, todos ellos del Partido
Popular. Algunos piensan que un buen vendedor puede vender un crecepelo, un
peine para los calvos y hasta un elixir de la eterna juventud y para eso
importa un pimiento la ideología del vendedor y de qué pensamiento y credo sean los potenciales clientes. El perfil de Miguel Ángel Rodríguez es muy
diferente, viene del periodismo y su primer cargo político fue como portavoz de
la Junta de Castilla-León, con Aznar de presidente de esa autonomía. Seguiría
con Aznar, ya como presidente del Gobierno, en el cargo de Secretario de estado
de Comunicación y, de facto, de portavoz del Gobierno. Es un hombre de Aznar,
no de Casado y se nota, solo hay que escuchar las cosas que le escribe a Ayuso
para que las lea. Cualquier asesor de comunicación habría caído en desgracia
tras lo que sucedió después de los atentados del 11M, habría caído en desgracia
después de ser condenado por llamar, en dos programas de TV, nazi al
anestesista y coordinador de urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, el
doctor Luis Montes, y habría caído en desgracia después de ser detenido, cuadruplicando
la tasa de alcoholemia, chocando con varios coches y llevándose a un peatón por
delante, pero ahí tienen ustedes a D. Miguen Ángel, dando consejos ¿Cuál es el problema de los
asesores, sobre todo de los asesores poco consistentes? pues, los debates. Las
tonterías aprendidas y repetidas ante las cámaras son poco convincentes cuando
enfrente tienes a interlocutores de peso que no tienen que leer o repetir las
cosas que les han escrito otros. Por eso va a haber muy pocos debates entre los
candidatos en la campaña electoral de la Comunidad Autónoma de Madrid, si es
que hay alguno.
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