Tras la Segunda Guerra Mundial, y
según lo establecido en los acuerdos de Bretton Woods, el dólar quedó ligado al
oro, lo que convirtió a la divisa estadounidense en el patrón monetario global
y facilitó el crecimiento del comercio mundial durante varias décadas. Pero, la
Guerra de Vietnam, y sus exorbitados costos, obligaron a Richard Nixon, el
domingo 15 de agosto de 1971, a terminar con la convertibilidad del dólar en
oro. Esa fue una decisión que se parecía mucho, pero a lo bestia, al timo de la
estampita, es decir, a partir de entonces EE UU podían imprimir todo el papel
moneda que les viniera en gana y cambiarlo por otras divisas, por valores o por
bienes y servicios ¡menudo chollo! Es algo así como si yo a usted le compro una
vaca y a cambio le doy unos cromos. De esta manera, los estadounidenses han
estado parasitando económicamente al resto del mundo y viviendo muy por encima
de sus posibilidades, acumulando una Deuda estratosférica. En estos momentos la
Deuda Pública estadounidense ha alcanzado la peligrosa cifra de más de 25
billones de dólares, pero la Deuda Privada de los estadounidenses todavía es
mucho mayor y se acerca a los 100 billones de dólares, más que el PIB del resto
de naciones del mundo. La crisis económica de 2008 y la crisis económica
asociada a la pandemia del coronavirus han obligado a los políticos
estadounidenses y, de rebote, a la Reserva Federal, a imprimir imprudentemente
todavía más billones de dólares sin respaldo de valor para entregarlo
gentilmente a las empresas y a las familias y todo ese papel moneda circulante,
todo ese dinero fiat, ha empezado a sembrar la alarma entre los inversores,
entre los gobiernos y muy especialmente en el país que produce la mayor parte
de lo que el mundo, incluidos los EE UU, necesita: China.
China ya es la primera potencia
económica mundial y no quiere ligar su crecimiento y su estabilidad económica
al dólar. El gigante amarillo acumula billones de dólares de Deuda
norteamericana y como pago por la inmensa cantidad de mercancías que exporta a
los EE UU, bienes con lo que los comercios y grandes cadenas de distribución
obtienen allí suculentas plusvalías. Los chinos se han dado cuenta de que los
americanos les han estado tomando el pelo, como antes, y ahora, nos lo han tomado
al resto del mundo. Esos billones de dólares no valen nada. Así que China
quiere tener una moneda, no como patrón mundial para hegemonizar económicamente
a los demás, y mucho menos para timarlos, una moneda que dé seguridad a los
compradores, a los inversores y a las arcas de China. Nadie sabe qué moneda
será esa, lo que parece seguro es que no será la Renminbi (RMB) que significa
“moneda del pueblo”, cuya unidad básica es el yuan, será una nueva moneda o
será una criptomoneda que haya adquirido prestigio y que se pueda potenciar,
que bien pudiera ser el Bitcoin. La novedad es que la nueva moneda, o esa
criptomoneda ya existente, será convertible, es decir, volverá a ser como los
dólares respaldados por oro de antes de 1971 o como aquellos billetes de 1000
pesetas que traían escrito que el Banco de España pagaría al portador 1000
pesetas e iba usted con ellos al banco y le daban 1000 “rubias”, no como los
dólares actuales o los euros, que no ponen nada en ningún sitio, que no están
firmados y que si va usted con unos miles al banco y pide a cambio monedas le
mandarán a hacer gárgaras. El papel moneda volverá a ser un pagaré y no unos
“mortadelos” que no valen nada. Para conseguir ese reto, China lleva años
acumulando oro y su Gobierno ha dado orden a su banco central de comprar todo
el oro que pueda en los mercados mundiales ¿con yuanes? no, con dólares. Cuando
escribo estas líneas el precio del oro es de 1.776,44 dólares la onza, un
precio que, a pesar de que casi se ha duplicado en los últimos años, está muy por
debajo de su valor real potencial y que incluso ha bajado en los últimos meses. Al no
estar las monedas de los Estados respaldadas por el valor del oro y al estar
inmensos en otra crisis industrial (el oro se vende más para la industria que
para cualquier otro destino) el precio del metal amarillo se mantiene bajo,
pero eso va a cambiar radicalmente en el futuro. Cuando los chinos creen la
nueva moneda patrón, respaldada por oro y convertible, el precio del oro se disparará, el dólar caerá y las
relaciones económicas y políticas internacionales serán muy distintas, abriendo
un abanico de posibilidades ahora inimaginables, con reacciones que pueden ser
muy peligrosas. Los que sepan anticiparse a todo eso se harán ricos y los que
no se arruinarán.
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