Nos ha llegado la noticia de la
muerte de Muhammad Ali, el considerado por muchos el mejor boxeador de todos
los tiempos, en plena lucha electoral, no solo en los EE EE, donde, si no
ocurre un milagro, Donald Trump será elegido candidato republicano y Hillary
Clinton demócrata, también en España, donde los ciudadanos tendrán que decidir
a quién eligen para que les saque las castañas del fuego, pues son muchos y muy
gordos los problemas que les aquejan. Clinton ha dicho que poner el botón
nuclear en las manos de un tipo como Trump da miedo, también Rajoy y Rivera
intentan meter miedo a la gente con la amenaza que, según ellos, representa
Unidos Podemos para España. Pero, los norteamericanos y los españoles lo que
esperan son propuestas políticas programáticas, el miedo ya se lo administrarán
ellos.
A mí no me gusta el boxeo, porque
no me parece bien ver a dos seres humanos partiéndose la cara mientras el
público los jalea y hace sus apuestas, pero, he de reconocer que dentro de la
barbarie tiene su estética y su épica. Yo no he visto a ningún boxeador con la
clase y el estilo inconfundible que tenía Muhammad Ali, con su continuo juego de piernas alrededor de su contrincante mientras lo bombardeaba con sus golpes. Nada tenía
que ver la forma de boxear de Ali, un estilista, con la de otros grandes
boxeadores de los pesos pesados, como Joe Frazier, pegador, u Oscar Bonavena,
fajador. También los políticos los hay de esos mismos tipos.
A mí me gustaba de Muhammad Ali su
manera de moverse en el ring y sus enfrentamientos dialécticos con sus
contrincantes, plenos de teatralidad, antes de las peleas, pero, sobre todo, su
fondo humano y sus principios éticos. Es difícil defender hoy que hubo un gran
campeón de boxeo que cambió su forma de pensar y hasta su nombre y abrazó el
Islam, y es mas difícil hacerlo si eres ateo y si eres consciente de los
crímenes que se están cometiendo en el mundo en el nombre de Alá. Muhhammad Ali
será recordado como el mas grande de todos los boxeadores pero también como un
hombre que luchó por los derechos civiles y por la paz, que se negó a ir a la
Guerra de Vietnam y que por ello tuvo que abandonar temporalmente su carrera y
pasar una larga temporada en la cárcel. “Cómo voy a ir a matar a gente que no
me ha hecho nada” manifestó entonces.
Yo aún no tengo muy claro si Mariano
Rajoy está en la categoría de los fajadores o solo es un D. Tancredo que no se
mueve ni hace nada, salvo dar aceite de ricino a los trabajadores y ánimo a los
que se llevan el dinero a Suiza, pero tampoco veo a ningún estilista entre los
líderes políticos de las demás formaciones que se presentan a las elecciones.
Como mucho hay pegadores, que lo mismo lanzan un crochet a la mandíbula
mentando a Venezuela que un directo a la boca del estómago recordando los
salarios de miseria, los desahucios y la corrupción. Pero, los españoles que
están en el secreto, en el meollo del asunto, lo que quieren es un estilista
que lance un gancho al hígado, que dicen los expertos que es el golpe mas
doloroso en el boxeo, manifestando que los ricos no pagan sus impuestos. En ese
sentido, la gente quiere ver propuestas concretas, saber qué piensan aprobar en
el primer consejo de ministros si forman Gobierno y que leyes serán las
primeras que lleven al Parlamento, que lo digan alto y claro y que lo firmen
ante notario. Los electores quieren de presidente a alguien con ideas nuevas
que sepa esquivar los golpes y dar a los sinvergüenzas donde mas les duela, que
baile por el cuadrilátero mientras da a los corruptos hasta en el cielo de la
boca. Un Muhammad Ali de la política, como el que dijo que “imposible no es
nada”.
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