El mayor problema para muchos
españoles ya no es no tener trabajo, estar en el paro, sino tener un trabajo de
jornada interminable a cambio del salario mínimo, uno de los mas bajos de la
UE. ¿Qué interesa mas? se preguntan muchos ciudadanos ¿trabajar todo el día a
cambio de un salario de miseria, tener que pagar autobús, tren u otro medio de
trasporte, tener que comer fuera de casa, etc, o cobrar el salario social y
malvivir de las subvenciones? Es obvio que es mucho mejor ser pobre de
solemnidad y tener todo el tiempo del mundo, que cobrar casi lo mismo pero
estar todo el día fuera de casa y que, además, se rían de ti en tu propia cara.
A esta situación de locura hemos llegado en España. Por eso, el descenso del
paro en mayo, que tanto alegra a Rajoy y los suyos y que nos rebozarán por el
rostro a lo largo de toda la campaña electoral, no satisface lo mas mínimo a
los jóvenes que casi tienen que pagar por trabajar.
Quieren que volvamos a la
sociedad del siglo XIX, que los trabajadores, que se habían emancipado, habían adquirido
derechos y podían mantener dignamente una familia, vuelvan a ser aquellos
proletarios famélicos y vestidos con harapos de la revolución industrial. Que
se note bien quienes son los ricos, un puñado de déspotas, y los pobres, el
resto. El fenómeno no es nuevo. Algunos ya habían advertido que, tras la
concentración del capital, la globalización económica y la creación de un
ejército de reserva, los millones de inmigrantes, que presionara a peores
condiciones laborales y salariales al resto de trabajadores, llegaríamos a esta
situación. Pues bien, aún no hemos visto nada.
A pesar del crecimiento económico
y de la creación de empleo (nada nos cuentan de otras cifras macroeconómicas
como el déficit o la Deuda) la desigualdad social sigue aumentando, como acaba
de confirmar Cáritas. Pero, la creciente diferencia social no lo es tanto
porque los ricos sean cada vez mas ricos, que también, como porque los pobres
son cada vez mas pobres. En la España actual son muchos los hogares donde,
trabajando ambos cónyuges y mirando hasta por el último céntimo, les cuesta
llegar a final de mes. Esta deriva no tendrá límite si a los que tienen la
sartén por el mango no se les dobla el brazo. Porque lo mismo que está pasando
en España lo podemos ver en otras partes de Europa, incluso en países mucho mas
ricos. Que se lo digan a los franceses.
Pero, a pesar de que los trabajadores
han perdido muchos de sus derechos y de que ya existe una dictadura económica
al mando, con sus burócratas, sus organismos y su palo, que pone y quita Gobiernos,
todavía sobrevive en Europa, eso sí, a duras penas, la democracia. Y lo bueno
que tiene la democracia es que, pese a sus trampas y sus leyes electorales
injustas y pese a que los partidos políticos cómplices del poder económico
tienen a su servicio unos aparatos mediáticos muy potentes, finalmente es el
voto de los ciudadanos de a pie el que decide. Afortunadamente, no hace falta
hacer una revolución violenta para cambiar las cosas, basta con dar un puñetazo
encima de las urnas. O, si a usted no le parece bien y le gusta la sociedad del
siglo XIX, dejar que continúe la deriva actual, que conducirá inexorablemente a
aquellos tiempos que creíamos olvidados.
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