El pasado lunes, 13 de junio, se
celebró el anunciado debate electoral entre los cuatro candidatos de las formaciones
políticas mas importantes. En contra de lo que algunos vienen manifestando, no
parece que exista tanto hartazgo y desafección entre los españoles hacia la
política, pues el debate, en día laborable y que acabó ya en la madrugada del
martes, tuvo una audiencia en torno a los 10 millones de personas. El formato y
las preguntas que hacían los moderadores, pactadas por los partidos, no eran
los mas adecuados para que la gente se enterara del programa de cada uno ni que
opinión tienen sobre asuntos muy concretos que nos afectan a todos: MIX
energético, cambio climático, Deuda Pública, construcción de Europa, fraude
fiscal, prostitución, bases extranjeras, peligro de una guerra nuclear, reforma
de la ONU y un larguísimo etc. Seguramente en las entrevistas que los distintos
medios harán por separado a cada uno de los candidatos se podrán desgranar y
desarrollar las distintas posturas que ahora nos han hurtado.
Para mí el debate tenía un único
interés, saber si el PSOE, que es el que, como ocurrió en las pasadas
elecciones del 20D, va a decidir, piensa gobernar con la izquierda o con la
derecha. Hasta en cuatro ocasiones se lo preguntó Pablo Iglesias a Pedro Sánchez
y el candidato socialista fue incapaz de contestar. Sánchez estuvo mas centrado
en atacar a Unidos Podemos que a Rajoy, e Iglesias continuamente se lo tenía
que decir: “Pedro, no te equivoques de enemigo, el enemigo es Rajoy”. Todos
dejaron clara cual va a ser su postura en los obligatorios pactos que se tienen
que producir tras las elecciones, todos menos Sánchez. El PP quiere un pacto
con Ciudadanos y con el PSOE (la Gran Coalición), Unidos Podemos,
independientemente de si hay “sorpasso” o no, quiere un pacto de Gobierno con
el PSOE y Ciudadanos pactará con quien sea menos con Unidos Podemos. Yo creo
que los socialistas ya han decidido lo que van a hacer y el subconsciente
traicionó a Pedro Sánchez al repetir continuamente que fue Iglesias el que
evitó un Gobierno del “cambio” al no permitir su investidura. Es el viejo
discurso-trampa socialista de “la pinza”, que ya utilizó Felipe González contra
Julio Anguita, como si entonces IU y ahora Podemos quisieran que gobernara la
derecha. El PSOE, que ha roto en esta campaña electoral el pacto derechista que
había firmado con Ciudadanos, volverá a pactar con Albert Rivera tras las
próximas elecciones cosas como que el Estado complemente con dinero público los
salarios mas bajos y que los trabajadores se paguen su propio despido (la bolsa
austriaca) y otra vez invitará a Pablo Iglesias a que lo suscriba y a apoyar un
Gobierno con esas mimbres. Será la coartada para permitir que gobierne Rajoy y
echar la culpa a Unidos Podemos de que ha impedido otra vez un Gobierno del “cambio”.
Yo creo que los españoles, y muchos socialistas de corazón, se han dado perfectamente
cuenta de esto y que eso se va a reflejar en las encuestas y en su decisión final
el día 26 de junio.
Sin duda, Pablo Iglesias fue el
vencedor de la contienda, porque siendo el objeto de todas las críticas no solo
salió airoso, les dio estopa y, sobre todo, desenmascaró a Pedro Sánchez. El
segundo lugar es para Mariano Rajoy, que, teniendo todo en contra, logró
mantener el discurso y el tipo. El tercero fue Albert Rivera, nervioso por las
encuestas que predicen una concentración del voto e intentando, con un
encendido discurso anti Unidos Podemos, conservar los votantes mas derechistas.
En último lugar coloco a Pedro Sánchez, decepcionante, poco creíble y al que
Pablo Iglesias dejó con el culo al aire.
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