Si es difícil la situación
política en España, donde, tras las elecciones del 26 de junio y los pactos que
veremos después, a muchos ciudadanos les va a quedar cara de tontos, es
Asturias se ha vuelto explosiva. La irrupción de Podemos en las pasadas
elecciones cambió la correlación de fuerzas, cuyo espectro se ha desplazado
tanto al morado como al rojo, por el brío de la nueva formación emergente y el que ha mantenido IU. Los socialistas solo obtuvieron 14 diputados de un
total de 45 y no fue posible un acuerdo amplio de Gobierno progresista que
incluyera al PSOE, Podemos e IU. En esa coyuntura cabían dos posibilidades, o bien
que PSOE y PP llegaran a un pacto, bien tácito o explícito, para gobernar, que,
de tapadillo, ha estado funcionando durante mucho tiempo en nuestra región, o
bien que IU apoyara a Javier Fernández para impedir ese acuerdo y todo lo que
traería consigo, como, por ejemplo, que el proyecto de la incineradora de
Serín, que ya habían aprobado juntos socialistas y populares, siguiera
adelante. La militancia de IU, que no quiso que la coalición gobernara con el
PSOE en la anterior legislatura y tampoco en esta, fue muy responsable,
inclinándose por el mal menor. Pero, el escenario político había cambiado radicalmente
en España y Asturias no se iba a quedar al margen de ese cambio. Dos son los
factores mas importantes que han influido en que el mapa político ya no sea el
mismo del que, con alternancias, se ha mantenido en España durante los últimos
años: la aparición de nuevos partidos y la deriva del PSOE hacia posiciones
cada vez mas derechistas. Hay cosas que son tan evidentes que no están sujetas
a la subjetividad de las opiniones.
Tras las encuestas electorales,
que predicen el “sorpasso”, en el PSOE ha cundido el pánico y los dirigentes
socialistas han perdido completamente los papeles. Ha quedado diáfano que su
enemigo no es el PP, con el que mantenían el mismo paripé de la alternancia que
en la España de finales del siglo XIX y principios del XX entre los conservadores
de Cánovas y los liberales de Sagasta, sino los que quieren un cambio de verdad
en nuestro país y que deje de estar en manos de los de siempre. Los primeros
fotogramas de la película que estamos viendo fueron en Andalucía. Allí, el PSOE,
que había mantenido una tradicional alianza con IU, se negó a implementar los
acuerdos a que había llegado con la Coalición provocando la ruptura y pactando
con Ciudadanos, el partido derechista de Albert Rivera. En Andalucía, Susana
Díaz, una dirigente sin muchos escrúpulos y sin palabra, usó a IU como si fuera
un clínex y el disgusto que aquello provocó en la militancia y en la dirección
de la formación que dirigía Cayo Lara tendría consecuencias con la creación de
nuevas alianzas.
En Asturias no se habían abierto hostilidades, pero la alianza entre Podemos e IU y el secreto a voces de
que el PSOE piensa dejar que gobierne Rajoy, echando encima la culpa a Unidos
Podemos, lo ha precipitado todo. Si Javier Fernández ya tenía una especial
animadversión hacia Podemos y hacía Emilio León, porque no estaba acostumbrado
a que le cantaran las cuarenta en la Junta General, el terremoto político nacional
y la previsible alianza entre socialistas y populares en el Congreso de
los Diputados y en la política española, le ha dado la coartada para romper con IU
y que el PP asturiano y Mercedes Fernández vuelvan a ser sus aliados. Solo así
se entiende que el presidente asturiano, en una grosera intervención en el
mitin celebrado el martes 14 de junio en Oviedo, llamara “pitufos” y “cenizos”
a los de IU, precisamente los que estaban sosteniendo su Gobierno. Ni los
dirigentes de IU ni sus militantes y votantes pueden pasar por eso, y Javier Fernández
lo sabe.
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