Yo no esperaba, para nada, que en
el debate mas importante de esta campaña electoral, entre el presidente del
Gobierno, Mariano Rajoy y el candidato del principal partido de la oposición,
Pedro Sánchez, quedaran en evidencia tan claramente la falta de ideas, la falta
de respeto a los electores y la bajeza moral de los contrincantes.
Un debate que, en teoría, tendría
que haber sido preparado concienzudamente empezó mal desde el principio.
Suspenden los asesores de imagen de ambos partidos, porque cometieron varios
errores que son imperdonables. Pedro Sánchez llevaba un traje de un color azul
horrible, que le quedaba pequeño, y una corbata demasiado estrecha, pero, peor fue lo de Rajoy que iba
impecablemente vestido sí, pero que tenía que mirar continuamente hacia arriba
para dirigirse al candidato socialista, que es algo mas alto que el. Eso se
hubiera solucionado fácilmente exigiendo unas sillas de oficina para sentarse
con elevador a bombín de gas. Estas cosas parecen tonterías, pero cuestan miles
de votos.
El preámbulo de la contienda fue
una breve declaración de intenciones que ambos candidatos leyeron y que no
tenía ni frescura ni interés alguno. Al principio del debate ambos estaban
visiblemente nerviosos, Pedro Sánchez hablaba demasiado rápido (es
imprescindible una cadencia adecuada para ser entendido y dar imagen de
credibilidad) mientras que Rajoy, que verbalizaba mucho mejor, mantenía un bolígrafo
entre sus manos, yo no sé si copiando a Pablo Iglesias o a Humphrey Bogart y
las bolas que sacó cuando lo juzgaban en la magnífica película de 1.954, “El
motín del Caine”. Sánchez estaba perdiendo por goleada, porque parecía un
charlatán de feria ofreciendo cosas, “vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro”
mientras que Rajoy daba una imagen de seriedad y sensatez, contestando “porqué
no lo hicieron cuando gobernaban o así nos dejaron ustedes el país”. Todo
cambió de forma radical cuando salió a relucir el asunto de la corrupción. Sánchez
acusó al PP de los escándalos que todos conocemos, incluido el de Bárcenas,
pero atacó, además, personalmente a Rajoy, afeándole los famosos SMS y
llamándolo corrupto. En este punto D. Mariano, visiblemente afectado, perdió
los papeles y ya no volvería a levantar cabeza en todo el debate,
convirtiéndose en un pelele en manos de un candidato socialista crecido. Yo
tengo la impresión de que Rajoy no llevaba suficientemente preparado el debate,
sobre todo no llevaba una respuesta adecuada a la previsible acusación de
corrupción que le iba a lanzar D. Pedro. Porque los socialistas también han
hecho de las suyas, no solo en Andalucía, también en Asturias y en donde han
gobernado.
Como me temía, los verdaderos
problemas de España y los españoles fueron tratados alegremente. Se prometieron
mil cosas, pero no se dijo como se iban a financiar. Ambos candidatos
escurrieron el bulto cuando se puso sobre la mesa como pensaban pagar la Deuda
y, por supuesto, no dijeron nada sobre terminar con la economía sumergida y el
fraude fiscal. Tampoco nos explicaron porque habían aprobado juntos el
incremento sustancial de presencia militar extranjera en España, soslayando una
de las condiciones del referéndum OTAN.
En resumen, yo creo que, como
presumía, han sido otros candidatos los que han ganado este debate,
precisamente los que no estaban.
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