Mientras escribo estas líneas se
está celebrando en Bruselas la última cumbre de la UE de este año, a la que
asisten jefes de Estado y de Gobierno de los 28 países miembros. Varios son los
asuntos a debatir, los mas importantes: si se van a prorrogar las sanciones a
Rusia, qué se va a hacer con los millones de refugiados y que va a pasar con Reino
Unido.
Tras el tradicional recibimiento
del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker (no recuerdo un político tan
besucón desde el dirigente soviético Leonid Brézhnev) y las risas y compadreos
habituales, se ha abierto el orden del día con las mismas intervenciones y los
mismos argumentos para imbéciles a los que nos tienen acostumbrados. Eso sí,
enseguida ha salido a relucir que harán falta unos cuantos miles de millones de
euros para seguir adelante con la fiesta y para contentar a David Cameron.
Ni un solo dirigente ha dicho que
nada hubiera sucedido en Ucrania si la UE y la OTAN no hubieran apoyado a los
golpistas del Maidán y pretendido cambiar el statu quo estratégico del Mar
Negro y que las sanciones están perjudicando mas a muchas empresas exportadoras
europeas que a Rusia. Ni un solo dirigente ha dicho que el gravísimo problema
de los refugiados está íntimamente relacionado con la intervención en las
guerras de Libia y Siria, bien directamente o apoyando a terroristas y yihadistas.
Ningún dirigente ha dicho, en fin, que ya estamos hartos del chantaje británico
y no se puede tolerar que un Estado sea socio solo para lo que le interesa.
Cameron ha ido a Bruselas a sacar
dinero. El primer ministro británico se parece mucho a estos nacionalistas
catalanes de pacotilla, que quieren la independencia de España, sí, pero que
también quieren de ella un trato preferencial y que el Barça juegue en la liga
española. Cameron, con unos argumentos que no se sostienen, ha dicho que el Reino
Unido contribuye demasiado y que eso tiene que ser revisado, amenazando con un referéndum
para el año 2.017 si no se atienden sus exigencias. No ha dicho nada el premier
británico de sus paraísos fiscales, de los tejemanejes financieros que se
cocinan en la City de Londres, de que hace todo lo posible para debilitar al Euro
y que su alianza trasatlántica está por encima de su vocación europea y de su
compromiso con la Unión.
Las exigencias de David Cameron
me han recordado un tradicional villancico, que suena por estas fechas, donde
los niños que van pidiendo el aguinaldo despiden a un vecino tacaño con la
frase “que usted lo pase bien”. Ningún dirigente europeo se lo ha dicho al
inglés, porque es mas fácil abrasarnos a impuestos que cumplir con su
obligación.
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