En esta crisis todavía no hemos
pasado del punto de negación, no hemos asumido plenamente lo que nos está
pasando, eso es lo que suele hacer la mente humana ante una situación traumática.
Pronto entraremos (algunos ya lo han hecho) en la fase de la ira, y luego nos
quedarán las fases de la negociación (no me refiero a la negociación política,
sino a la negociación con nosotros mismos), de la depresión y la última será la
de la aceptación, aceptar que esto no es un sueño y que nada de lo anterior volverá
a ser igual. Lo peor para hacer este tránsito, y para lo que vendrá tras él, es
la incertidumbre. Cuando la incertidumbre se enseñorea de la sociedad, de la economía y de la
vida de las personas no se pueden hacer planes, ni previsiones, ni proyectos y
eso los humanos lo llevamos muy mal. No se llega a la fase de la aceptación si
no hay certidumbre ¡cuidado! y, en ese caso, en muy fácil volver a la depresión
o incluso a la ira. Para que haya aceptación tiene que haber un criterio, algo
que despeje la incertidumbre, no importa tanto que el criterio sea acertado
como que exista, pero tiene que ser convincente. A mí me preocupa mucho que en esta
crisis sanitaria no exista un criterio, no me refiero ahora a un criterio sobre
lo que pasará dentro de unos meses o dentro de un par de años, hacer ese
ejercicio de adivinación sería poco serio, no lo sabe nadie y difícilmente
podrías convencer a la gente, me refiero a que ni siquiera exista un criterio
sobre como contabilizar los contagios y los muertos. La gente puede perdonar la
falta de previsión, porque la mayoría entiende que nadie nos tomamos demasiado
en serio, ni los ciudadanos de a pie ni los Gobiernos, que un virus que andaba
por China, como otros que aparecieron hace años en Asia, llegaría aquí con esta
intensidad y poniéndolo todo patas arriba, pero, lo que la gente no va a
perdonar es que ahora se actúe alegremente mientras los fallecidos llenan las
morgues, no va a perdonar los palos de ciego, no va a perdonar la falta de
criterio, no va a perdonar, para decirlo de una vez, que le provoquen más
incertidumbre. No puede ser que cada comunidad autónoma tenga un criterio para
contabilizar los contagios y los muertos, no puede ser que cada país de la UE
cuente como le da la gana, porque así es imposible saber en qué situación
estamos, es imposible comparar, es imposible tomar medidas serias y es
imposible no causar más incertidumbre. Dicen que hay que clases de mentiras:
las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas, pero, en la situación
que estamos no se puede mentir con las estadísticas y tanto la Comisión Europea
como los Gobiernos, empezando por el nuestro, deben tomar las medidas
pertinentes al respecto y deben hacerlo ya mismo. Más que el número de muertos
asusta la incertidumbre.
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