Se ha hablado y escrito mucho
sobre cómo el poder establecido en una comunidad puede ser capaz de cambiar las
creencias y el comportamiento de la gente. Leyes y normas, a veces alucinantes,
son un ingrediente necesario, pero para alienar es fundamental la educación, ejercida
por los medios de comunicación y en las
escuelas. Si hay un ejemplo en la Historia paradigmátrico de como la ingeniería social
bien planificada puede hacer cambiar las ideas y los comportamientos de la
gente hasta llegar a límites que la inteligencia y que el sentido común niegan
es el del nazismo en Alemania. Los nazis pusieron el acento en la propaganda y
en comer el coco a los niños en las escuelas, sabían perfectamente que, sin
esas premisas, la sociedad alemana no los apoyaría en las locas y criminales
aventuras que ya tenían en mente. Si usted ha visto los rostros de los individuos
que forman los grupos de CDRs, perfectamente dirigidos y organizados, que
estamos viendo como actúan en Cataluña y, en general, de la gente que corta
autopistas y líneas de ferrocarril, toman estaciones y atacan edificios
relacionados con el Estado, se habrá dado cuenta que la mayoría son jovenzuelos,
muchos de menos de 16 años. Con esos niños, convertidos en niñatos muy
peligrosos ¿como los de las juventudes hitlerianas? la ingeniería social
independentista ha hecho un “gran” trabajo en las escuelas y TV3, el canal independentista, en la TV. La mayoría ya no
solo casi no saben hablar y escribir en Castellano, el idioma oficial del Estado,
la Historia que les han enseñado no tiene nada que ver con la verdadera
Historia y, sobre todo, les han inculcado una idea, el odio a España,
exactamente igual que los nazis inculcaron las ideas de la raza superior y el
odio a los judíos. Pues bien, todos esos centenares de miles de jóvenes tendrán
dentro de muy poco tiempo 18 ó más años y podrán votar, alterando gravemente la
mayoría en Cataluña. Sabedores de esto, los dirigentes de ERC no tienen prisa,
saben que si el Estado no actúa, y todos sabemos que tampoco nadie actuó a
tiempo contra los nazis, la independencia caerá como una fruta madura. Pero,
Puigdemont, Torra y sus secuaces tienen otra hoja de ruta, no porque quieran
ser ellos, como apuntan algunos, los que pasen a la Historia como los que
lograron la independencia de Cataluña, sino porque la mano que mece la cuna no
puede esperar unos cuantos años para conseguir sus fines.
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